sábado, 21 de diciembre de 2013

Sábado 2

El día más corto del año, el día más sábado de los sábados del año, un día normal.

Están ellas, buscando compañía ahí donde encuentran cercanías, están sentadas al lado del tipo que aman y piensan en todo lo que se pone en juego con una palabra, en las tristezas ocasionadas y las alegrías tan efímeras por estos días.
Están acostadas en sus camas pensando en como la verdad de ellas vive en conflicto con la mentira que ellos han decidido creer, piensa que debería dormir pero que quizás dormir sea un premio muy grande para sus tristezas.
Están acostadas quizás enojadas por culpa de su confianza en aquello que siempre ha resultado de la misma frustrante manera.
Están leyendo y releyendo lo que sus manos le ha dado como sustento empírico de que en algún momento de aquí a un año estarán entregando currículos a varios sitios donde miraran de reojo su tamaño y su cuerpo.

Están ahí, durmiendo, descansando del sueño que se ha convertido vivir a diario la misma monotonía de todos los años. Están viajando, como pasajeras en trance a través de este mal viaje que tenemos por país.
Están ahí, siendo felices con otra mujer.

Estoy aquí, en una habitación azul con los boxer que tanto querías, con algo de frío y no por el clima, con una conversación imaginada con una pantalla, con tristeza supongo, pero más con lejanía, con mil cosas que mostrarte y un muro inquebrantable por delante, con madurez de los otros y resignación propia. Pero sobre todo con historias y silencios que contarte.

viernes, 20 de diciembre de 2013

Espera

Salgo de la ducha a vestirme, me pongo un jean y una camisa azul, una chaqueta café y me siento en la cama a ponerme los zapatos, medias negra y blanca, cada una en su respectivo lugar y luego un par de zapatos pesados.
Me cepillo y guardo la billetera en mi bolsillo trasero derecho, el celular en el bolsillo delantero derecho y el dinero en el delantero izquierdo, el trasero izquierdo es para la basura del día, recibos de compra, paquetes de frituras vacíos, barcos de papel que hago con la publicidad que me entregan en el camino y cosas así.

El paquete de cigarrillos que sigue intacto en el bolsillo interno del lado izquierdo de la chaqueta y me veo en el espejo, saco una mueca de sonrisa que intentaré sostener sobre cualquier recuerdo que se me cruce en el camino y con una respiración pausada, lenta y profunda empiezo mi camino.

Cierro la puerta con llave, salgo a las escaleras y bajo cinco pisos, el ascensor nunca me ha gustado. Al llegar a la portería saludo al portero de turno y salgo.

Llego a la calle y el aire frío de Bogotá me cierra los pulmones, me achica el corazón y raja los labios.
Cierro la chaqueta y meto mis manos en los bolsillos externos, bajo la mirada y camino jorobado...después de dar tres pasos me pregunto ¿Qué hago esperando un puto as? ¿Qué hago esperando a alguien que nunca dijo que iba a venir?

Cierro la puerta de la calle con llave, me quito la chaqueta y el pantalón, los zapatos y me dejo las medias, prendo el computador y saludo a alguien que por cosas de la vida, empiezo a sentir que siempre (por lo menos para mí), va a estar. 

martes, 17 de diciembre de 2013

Martes

Me siento en la mesa que comparto con alguien a quién la palabra cretino lo describe tan poco que usarla es un alago. Hace frío, mis pies están mojados desde que al salir de ahí, con ella y él en busca de un taxi que nos trajera a pasar la tarde como fuera.
Estoy con dolor de cabeza y de espalda quizás por la cama improvisada que he tomado como cuna. Estoy cansado y lleno de una ansiedad que no se cura con los gritos ni las lágrimas de mis ojos improvisados.

El alumbrado navideño en Bogotá es tan opaco, como cubierto de un humo gris que le quita el brillo, como si el gris de las estructuras de metal que cobijan la ciudad volvieran impersonal las luces; no es como Cali o Medellín donde la luz navideña te llena de una nostalgia y de una soledad que no se puede aplacar con buenos recuerdos, una nostalgia que se filtra entre las olas de viento de mar que las montañas se encargan de endulzar.

Pero esta fría ciudad se llena de una luz impersonal, como si no estuvieras ahí, mirando las luces azules que cubren en forma de pirámide un cine circular, te extrapolan de la realidad como si tu alma se desdoblara y dejarás de ser vos, sólo un cascarón vacío de algo que pudo ser una gran promesa. 

Cada vez que reconozco una calle o encuentro una dirección me alegra, es como si encontrará algo nuevo y aún así ya fuera conocido para mí. Supongo que esa sensación podré producir en usted para cuando me vuelva a conocer.
Por ahora, no sé que haré, los libros se han mermado de manera notable y es culpa del miedo a dormir en el frío, el dinero se ha acabado y ya no hay amigos a quién esperar. Sólo espero que usted como siempre lo hace, disfrute su ciudad tanto como yo no disfruto la mía.

Posdata: No puedo buscar lastima de los demás, debo permanecerme porque de mí dependen más personas de las que quisiera, entre ellas una amiga a la cual quizás no le pueda salvar la vida, pero sí en algún momento puedo servir como paño de mocos y algunas lágrimas.
Te tengo un regalo de navidad, tengo a mi madre enferma y una sensación que cada día crece más que me dice que lo que quiero nunca pasará. 

lunes, 16 de diciembre de 2013

Cumpleaños

Feliz cumpleaños César

Manual para librarse de la tristeza #7

Desde que estuve en el colegio siempre usaba medias negras y blancas, con la idea de que el lado derecho es el lado bueno y el zurdo el siniestro; por su puesto, mi educación fue en un colegio católico donde se fundamentaban estas ideas.
Después, en la universidad, podía tener medias de muchos colores, pero recalcaba en lo bicolor, en la eterna lucha entre lo bueno y lo malo, el bien y el mal, el diablo y jehová, en fin. Mi vida a la hora de escoger las medias se media por lo mismo que se mide el diario vivir de los curas y monjas, entre el bien y el mal.

Lo curioso aquí (si es que se puede decir que hay algo curioso) es que siempre en mi pie derecho (el del bien) iba la media negra y en el zurdo la blanca, casi como aceptando que en mi vida, mi mano derecha estaba en la oscuridad, era el mal. Como si me presagiara con un poco de sarna inconsciente quizás de que mi día iba a ser malo. Que mis decisiones iban a ser malas, que todo lo relacionado conmigo tal como mi oscura media se iba a perder en un túnel.

Hoy, me he despertado y tomado las dos medias, la blanca en el diestro y la negra en el siniestro, quiero empezar a ver si mi tristeza se empieza a ir, aunque sea, por el mismo lugar por donde llega la muerte, por los pies. 

sábado, 14 de diciembre de 2013

viernes, 13 de diciembre de 2013

Aprendizaje

Desde pequeño he tenido el privilegio de encontrar personas en el camino que de una u otra forma me han aconsejado, dado tips para seguir adelante en la vida con el menor daño posible, he logrado amar aún desde el amor más infantil, hasta el amor que te da la juventud y que de vez en cuando amenaza con ser el de la adultez.

Logré aunque no ha tiempo, aprender que las cosas son lo que parecen, pero lo que parecen no es lo que uno cree que son. 

Que aunque camine por la ciudad o la universidad sin rumbo fijo, pues lo debo aprender a disfrutar, he aprendido que los amigos son aquellos con los que nos aprendemos a vivir a diario, que mi familia es como yo en muchas cosas, desde la falta decisión hasta en su exagerada forma de recibir las noticias, en el drama que siempre buscamos. Con la diferencia de que ellos olvidan con mucha facilidad lo que para mí siempre está presente.
He aprendido a buscar tumbas de muertos que influyeron en mi vida, que me cambiaron, que me enseñaron que la gente no cambia hasta que decide cambiar y eso es una enseñanza tan obvio que hasta mis 23 años no pude lograr captar.
Aprendí a sufrir la soledad, a recibirla en casa, que tuviera sexo conmigo y he aprendido que con el tiempo se llama amor a lo que antes era sexo, que te enamoras de ella y la buscas desesperado en cada rincón de los espacios llenos de personas que no existen para vos. Aprendí a escuchar un blues y recordar a mi padre sin dolor, sin tristeza, sólo con una sonrisa de esas que añoran tiempos venideros mejores para mi como para con vos.

He aprendido a amar a mis amigos, sin ninguna pretensión, sin ninguna petición, sin nada de por medio, he aprendido a no mentir lo cual ya es significativo en mí.
He aprendido que me cuesta aprender, que cada día hay algo nuevo por conocer y que decir "no" a todo lo nuevo es la forma de no buscar mi felicidad.
Estoy intentando buscar mi felicidad.

La cuestión, es que por más triste que suene, últimamente he aprendido a olvidarte, al nivel de que logro olvidarte una veintena de veces por día, antes de irme a dormir a soñarte.