lunes, 20 de enero de 2014

Frío, calor y otras asperezas citadinas.

Estoy con dos maletas llenas, en una está la bolsa para la madre de alguien, una chaqueta y un saco, un par de zapatos y una camisa que me cambié en el último momento. La maleta es azul y quizás la use más de una vez.
En la otra hay más ropa que zapatos, pero más libros que ropa, los he logrado meter como pude, una par de envíos para Cali y un cuaderno que no quiero que sea mío pero igual ahí está... El cuaderno no está en esa maleta.

Todo perfectamente acomodado, en la tercera maleta que es maletín llevaré mis objetos de valor, el computador, cargadores y mi libro favorito, la cámara con un rollo aún funcionando al que le quedan poco menos de 30 fotos y otro rollo virgen esperando. Mis manos siguen frías y quizás por eso no escribo mucho, a veces el frío se mete y hace temblar el pecho, paraliza las manos y te hace sentir que todo el licor ingerido en la noche no pesa ya en tu cerebro y lengua. 

Hace un tiempo vine acá buscando algo que creo perdí en otro lugar, venía buscando mi tranquilidad mental, algo así como un retiro espiritual de una ciudad caliente y que se ahoga en su propio sudor a una ciudad gris y muda que no se ha sabido leer. Pero estar perdido no es del todo malo ni del todo bueno, lo bueno y malo se determina por las sensaciones que te afectan en el instante del acto, en estos momentos no puedo decir que soy mejor o peor persona que hace un mes, seis meses o dos años y medio, sólo creo que sigo siendo humano, que me sostengo sobre una pila de ideales y de certezas que van cambiando, de esperanzas y deseos que se deforman se configuran, se comparten, se cuentan, narran, viven y pierden al final.

No soy un pesimista ni nada por el estilo (frente a ciertas cosas lo soy como es la política, la "realidad" de mi país o cosas por el estilo),  sólo quiero escribir que por hoy y quizás por un par de días hasta que estas ideas y temperamento se ponga a prueba de la forma en que sea; creo que estoy bien, que  estoy solo, pero estoy bien. 
Que la compañía que pueda llegar estará bien conmigo y yo con ella, que por ahora sólo debo seguir y ver si todo sale bien, aún sabiendo que siempre habrán cosas que salgan mal.

Estoy en Bogotá y ya no tengo frío, estaré en Cali y ya no tendré calor, no me enloqueceré más o por lo menos eso es lo que me he dicho.

Cosas que quedan por dar y ojalá recibir.

Sólo queda dar amor.

viernes, 17 de enero de 2014

Domingo todos los días.

Las palabras que se planean todo el tiempo para decir en una situación que nada tiene que ver con la realidad..
Las promesas que se hacen para consigo aquellos que no tienen palabra.
Los animales que se plantan debajo de las gradas de estaciones que nada tienen que ver con el clima.
Las canciones que no ayudan en nada a la nada que se ayuda en su misión de ser algo que nada logra nominar.
La voz que se ha olvidado.
El rostro que se conserva en fotos que se han deformado.
Los recuerdos que se han mezclado con sueños, con películas y con libros que no se han dejado de leer.
Vos.
Las películas que nunca se vieron.
Yo.
Las imágenes de hechos que suceden pero que nunca se han visto, la imaginación que se ha alimentado del hambre de calor.
Tus compañías.
Los inviernos.
Ella.
Las sombrillas que significan algo que por estos días vive colgado en la sala de donde el cuerpo humano no ha decidido salir.
Los perros que no ladran.
Los ladridos que no se escuchan.
Las alergias que ya no dan.
Los viernes en la noche y los sábados en la mañana.
Y cuantas cosas más falten por nombrar.

Todo eso no importa ahora, que a mi vida ha llegado el frío invernal de la soledad, y como dice la canción "muero solamente los domingos" y usted lector, debe saber que el domingo es el mejor día para suicidarse.


Dolor

De Fito Páez
"Lento el dolor atraviesa la rosa de mi noche
despiadado, incesante, asesino, parecido a nada
con tu rostro que hoy es el suyo.
De pensar en algo, pensaría en nuestra primera luna
pero me salta tu mano en su bragueta,
y eso es una cuchilla lenta, despiadada, incesante, asesina.
Movería casi todo de lugar para volver un momento a revivir
aquel primer segundo de maravillosa gloria
pero hoy solo tengo la indiferencia, del dueño con el perro
inmóvil, lenta, despiadada, incesante, asesina y antes que cante el gallo
me prometo no volver a enamorarme de ti
ni de nada que aterrorice tanto.
Lento el dolor hace su trabajo sucio, el que nadie quiere
en la silla el soldado sin piernas
en el estomago del pibe con el chungo en la mano,
durante la el día y la noche
en el corazón de los lucidos,
en la boca de los subtes, en el rancho
y es una bestia tan grande
que uno prefiere adaptarse pronto a ella
y hacer de cuenta que no está, pero esta…
Y en la mañana se llama dolor
el magnifico y tiene el reuma en la columna
y varices en las piernas
y ahora tiene mi rostro que es el tuyo también
se mueve con la libertad de un chicle,
se pega se estira, cambia de forma
y vive aquí en el centro de nuestro corazón.
Ahh! el dolor, ¿Quien le puso la cirrosis a mi hermano?
Su jefe, su mujer, sus fantasmas, la desesperación,
el tren que nunca llega, la cárcel, el manicomio,
las pastillas, el tabaco.
Ahh! ¿Quien le puso el cáncer a mi madre?
El hombre que amo y no la quiso,
Rosario, la naturaleza, un error médico, su madre,
su profesor de piano, la mediocridad,
en fin no hay remedio hoy conocido
ni significado de su origen en el mercado,
solo sé que lento, el dolor atraviesa la noche de mi rosa."

Los gritos de Narciso

Después de divagar por entre calles, de encontrarme con lo lindo y feo de una ciudad que es tan anónima como cualquier peatón de la misma, me encontré con una exposición en el Museo Nacional sobre San Agustín, un territorio de dominio indígena que tiene en sus dominios una serie de artefactos artesanales tallados en roca que representan siglos de historia prehispánica. 
Hasta aquí todo está bien, que el museo más importante del país le rinda un homenaje a esta cultura indígena mostrándolo a la ciudadanía de la capital del país es una buena idea y suena muy bien. Pero detrás de esta exposición que hizo alto revuelo antes de salir al público, se encuentran un pensamiento muy peculiar de los investigadores sociales y ya verán por qué.

Cuando al director del ICANH decidió junto con un conjunto de antropólogos, historiadores y quizás sociólogos (aunque no parece que exista una intervención de un sociólogo bueno en su área), que se podrían mover unas 20 estatuillas de piedra desde San Agustín hasta el Museo Nacional para su exposición, quizás a todos los conocedores del tema les agradó la idea, pero cuando la comunidad indígena (que ellos muy respetuosamente llaman "minoría") toma la decisión de NO dejar mover de su territorio estas esculturas bajo la idea de que el mover así sea una sola de las estatuillas de su lugar natural pone en peligro el proceso de conservación de su propia identidad como pueblo prehispánico, entre otras razones que no enumeraré porque ese no es el fin de esta entrada. 

La discusión la terminaron ganando las comunidades indígenas que protestaron a este movimiento de estatuillas, entonces frente a esta batalla perdida el ICANH bajo el señor Sanabria (quién sea que se encuentre en el circulo académico de las ciencias sociales en Colombia sabe muy bien que Sanabria tiene un ego que le gana a su propia corporalidad) decidieron jugart con el presupuesto que el Estado le imparte al Museo y bajo el Patrocinio de una empresa de gas natural hacer un exposición sin exposición.
Como si fueran niños haciendo pataleta y demostrando que ellos pueden poner lo que deseen dentro del museo principal del país.

Es una exposición paupérrima y no precisamente por la falta de estatuillas de San Agustín, sino por los reclamos que los mismos exponentes se encargan de poner en la curaduría sin firma. Siendo esto una demostración (ya redundante) de que el Estado colombiano y sus entidades NO se acercan a la sociedad que lo constituye como tal, sino que es una entidad que funciona en pro de los beneficios de quién la administre en su momento.

La exposición se llama "El silencio de los ídolos" ya que muestra la ausencia de los mismos en el museo central del país, ya que no muestra los ídolos que debían ser representados a pesar de que "El silencio de los ídolos, una iniciativa del Instituto Colombiano de Antropología e Historia (Icanh), en asocio con el Museo Nacional de Colombia-Ministerio de Cultura, se presenta en Bogotá gracias a la alianza con Ecopetrol y el Fondo de Embajadores de Estados Unidos, el patrocinio del Banco Itaú BBA Colombia S.A., así como el apoyo del Diario del Huila y la Asociación de Amigos del Museo Nacional de Colombia." (tomado de la curaduría).   
Es cierto que hay un silencio en esta exposición que no muestra más que el ego de los científicos sociales de ciudad que desconocen las formas en que funciona la realidad que va más allá de sus casas, un silencio que se promueve en los mismos círculos intelectuales y laborales que ellos sostienen y mantienen en pro de sus beneficios. 

No estoy de acuerdo en que se haga una exposición en el Museo Nacional donde sólo se exponen los reclamos de una minoría que en sus propios egos ha dejado de escucharse a sí misma, mientras en medio de su silencio y sordera exponen a una comunidad que lucha por su subsistencia en medio de conflictos que van más allá de sus estatuillas pero que gracias a ellas han logrado sobrevivir, todo por la pereza académica de intentar acercarse a la realidad que los rodea.

Vayan a esta exposición, es divertido ver como una élite académica reclama sobre una minoría prehispánica derechos que ellos mismos desconocen.



domingo, 5 de enero de 2014

No voy a escribir ni mierda, sólo viajo para empezar a creerme que algo he de ganar.