martes, 30 de septiembre de 2014

Zapatos de goma y sol en los ojos

Hace calor.

Las gotas de sudor bajan por la espalda delgada de la mujer de vestido azul, un hombre con gafas oscuras le da la espalda al sol esperando sobrevivir a esta ola de calor infernal, los niños no salen a jugar por miedo a morir quemados en las aceras hirvientes.

Tengo una cerveza en la mano y al frente una vía amplia donde pasan autos apurados, al frente la mujer del vestido azul pide una Coca-cola y al otro lado de la calle el hombre con las gafas oscuras habla por celular. 
Todos los presentes estamos buscando una sombra, un cobijo de este sol incremente que no se rinde en su meta de carburar nuestros cuerpos, en este momento nadie en la ciudad se acerca  a nadie, no nos besamos, sentimos repudio del cuerpo caliente y sudado del otro. El Sol nos está individualizando. 

-En algún momento algo pasará- me dice el mesero cuando trae la cuarta cerveza del día, están heladas y el sol las calienta en 5 minutos, aquí no llevo ni 20 minutos sentado y deseo ser la gota que llega a la linea del culo de la mujer de azul. 
El hombre de gafas cruza la calle y en mitad del camino el zapato izquierdo pierde la goma de plástico, se queda caminando renco, creo que no notó la ausencia de la suela. 
Se acercó a la mujer y con un revolver calibre .39 perfora el pecho sudado del vestido azul, son segundos, no dura mucho en su misión.

No hay gritos, no hay silencio, todo sigue igual, los carros pasan apurados, la cerveza se descongela en mis manos, el mesero limpia una mesa,  el hombre levanta la vista al sol que sigue pegando fuerte, le da en los ojos, se quita las gafas respirando suave y profundo. 
No me he levantado a decir nada, igual a ella no la conozco y menos a él, alguien la llorará, aunque dudo que desperdicien las lágrimas en estos días de calor, alguien lo buscará, pero con 30 minutos en la calle nadie quiere salir de una ducha. Como ya les dije, el Sol nos está individualizando.

Sigue haciendo calor.

domingo, 14 de septiembre de 2014

Relato de un procedimiento

Hay una mosca pequeña que se golpea una y otra vez contra la ventana atrás del hombre con bata blanca, pelo grasoso y manos grandes cruzadas. Quisiera escuchar lo que me dice pero prefiero enfocar mi mente en ese insecto.

La respiración se ha hecho pesada en los últimos meses, hoy hace 5 meses exactos, ella me dejó. Me desperté un día y ella se había ido, abusando de mi sueño profundo después de coger, alistó su maleta café que siempre le gustó por las figuras precolombinas que lo adornan, metió toda su ropa y el cenicero que siempre odié. Quizás la maleta ya estaba hecha desde mucho antes, mientras estaba sobre mí cuerpo no pensaba en mis movimientos ni en su cara de placer fingido, pensaba en su maleta ya hecha, en sus toallas azules que también se llevó, regalo de alguien a quién no recuerdo y que ella siempre nombraba en los momentos cuando sabía que no la escuchaba. Quizás la maleta estaba en su auto cuando llegué del trabajo y sólo esperaba que me durmiera, me folló por los viejos tiempos como si fuera una despedida.

5 meses después de la mañana que desperté solo, tengo al frente un médico que no es tan médico, que ha pasado la mitad de su vida leyendo libros y la otra ignorando personas, me habla de un procedimiento y esa es la palabra que logro retener, los tecnicismo de un médico son similares a los de un plomero o electricista. No sé qué harán conmigo pero al parecer es grave, la cara del médico es seria y busca darme consuelo hablando de porcentajes, firmo los papeles que debo firmar, me levanto no sin antes buscar a la mosca.

Está muerta en el borde de la ventana. 

Ella se fue y mi vida se volvió una mierda. Me deprimí, enfermé, duré varios días sin salir y sólo pensaba en su culo redondo que ya empezaba a caerse, en sus tetas paradas en las mañanas y caídas en las noches, en su mirada aburrida y caminar cansado. 
Sé que no era perfecta, pero yo estoy enfermo a punto de entrar en una cirugía y sólo quiero su compañía. 

Antes de iniciar el procedimiento, el médico en forma de broma me pregunta algo a lo que respondo que me quiero morir, el médico sonríe y la anestesia hace efecto.

Soy una mujer de pelo rubio teñido sobre un campo de flores secas, alrededor vuelan pájaros blancos que suenan como camiones en procesión. Mi cuerpo se estremece por el ruido que retumba mis oídos, siento mis ojos a estallar y grito tan duro que puedo escuchar los rostros de las aves-camiones mirar fijamente mi cabello. El mundo se mueve y estoy en un pasillo de madera, con cada paso que doy el suelo suena como el crujir de huesos al romperse, me siento mareado y quiero vomitar pero algo me lo impide. Empiezo a correr pero el sonido de los huesos se siente en mi piel.

El cuerpo está pesado y a mi lado está ella, la que se fue con el cenicero y las toallas azules que siempre usé para limpiar mis pies. Aún soy una mujer rubia, me lo dice el hombre de bata blanca que entró a la habitación y me mira con deseo, sigo con nauseas y la intento tocar pero su piel es dura como una muñeca de cera, sus ojos no brillan, el cuerpo congelado sobre un sofá mirando a la nada me hace sentir al lado de un muerto, o como los muertos se deben sentir al lado de un vivo, no lo sé. El hombre de bata vuelve a entrar y noto que las paredes son azules pero se mueven como olas del mar. Nada es estable y la mano del hombre de blanco me toca un pecho gigantesco que me sorprende poseer. Escucho niños jugando en una playa y el sonido del mar entra por un oído mientras mis manos impotentes intentan evitar el manoseo de aquel hombre, me entristece todo y mi corazón llora en mis manos, me entristece todo y todo se vuelve negro y todo se llena de luz y mis ojos llorando se abren suavemente en una clínica.

Al fondo suena Alive de Pearl Jam y supongo que alguna enfermera no ha superado su etapa rockera. miro al rededor y estoy solo en una habitación de paredes beige, soy el mismo hombre que ha dormido en los últimos días, nadie vino a visitarme y sólo el médico del pelo grasoso ha entrado en esta habitación. Al parecer el procedimiento fue un éxito y estuve despierto desde hace un par de días, pero no lo recuerdo. 

Estoy solo, desnudo bajo una cobija que la enfermera fan de Pearl Jam me ha traído, es bella como sólo las enfermeras saber serlo. Mi pecho tiene 15 centímetros de cicatriz y ya no duele respirar como hace 4 meses, pienso en ella y en el cenicero, pienso que hace una semana hubiera preferido morir durante el procedimiento.
Sin saberlo pero con nostalgia, empiezo a llorar.

martes, 2 de septiembre de 2014

Destiempo

"Un momento" Me dijo ella, yo me quedé como un árbol plantado en medio del cemento, inamovible, encerrado en mi cuerpo mientras la medida de tiempo más subjetiva que tenemos me decía que debo esperar "Un momento". Retumbaba mi cabeza mientras la música caribeña de afuera se confundía con la jaqueca producto del tic tac colgado en algún lado de esta maldita casa.
"Un momento" y mi cuerpo enterrado y su cuerpo bailando por las marcas del tiempo que ella misma ha creado.

"Un momento"... ¿Cuanto es un momento? ¿Un minuto? ¿Diez minutos? ¿tres minutos con 47 segundos? 
¿Cuanto puede ser un momento para ella que no sabe llegar tarde? ¿Cuanto es un momento para mí?

Mis manos impacientes buscan algo con qué distraerme y encuentran un cigarrillo ¿Cuantos momentos dura un cigarrillo en quemarse? ¿Cuantos momentos he perdido fumando cigarrillos? ¿Cuantos momentos me han quitado del futuro los cigarrillos del pasado?

"Un momento" dijo ella ¡Un maldito momento!
¿Cuantos momentos la he esperado?

El cigarrillo se acabó y este imbécil sigue esperando un momento a que llegue su momento de poder seguir adelante con su momentánea y simple vida.
Si la vida es un momento ¿Le he dado mi vida a ella en este momento? ¿Ella sabrá que le dí mi vida sin dudar?

Abro los ojos y después de esperar varios de mis momentos a los momentos de ella, me doy por vencido y decido despertar de este sueño erótico que por culpa del tiempo se ha vuelto pesadilla.