miércoles, 26 de noviembre de 2014

Noviembre V

Sucedió que la puerta sonó con fuerza por la partida de los labios que un momento antes dijeron adiós, adiós que dieron antes de un beso triste y sin amor.
El silencio se hizo dueño de la habitación mientras el ruido de vendedoras de salpicón llenaba la calle colorida de la vieja ciudad. La depresión ya era una constante en su cuerpo y la confirmación de la ausencia de la mujer que hasta hace 2 minutos era su amor, lo impulsó a la muerte. 

Mientras en la calle suena un vallenato de Diomedez Díaz, decide la columna más resistente de la casa, camina a ella y cuelga la correa que le regaló la mujer que ya partió, la ajustó a su cuello y dejó ir el soporte que lo sostenía en la vida.
Pasaron los 30 segundos donde la vida debería empezar a irse, recordó los estudios en la escuela de detectives y todos los casos de gente suicida que al final no lograba su cometido como lo pensaba, recordó al tipo que se cortó las venas y luego se ahorcó desesperado por la lentitud de la muerte desangrado, pero la sangre derramada sobre la habitación del hotel no era justo con la mujer mulata de la limpieza que le había sonreído la noche anterior.
Sentía un cosquilleo en las manos y los pies se volvían pesados, pensó que era su sangre acumulándose en las extremidades sin poder circular bien, sentía como su cuerpo reaccionaba a la muerte y ya iban 50 segundos de estar en el aire con el cuello sostenido por el cuero del cinturón.

Pero resultó que el cinturón no era tan bueno como lo pensaba, o quizás su cuerpo pesaba más de lo que él creía, quizás la tristeza se había vuelto un peso físico tan grande que a los 58 segundos exactos el cinturón determinó que ese día no era el día de la muerte, que  por el tiempo que durara en imaginar una nueva forma de morir, la vida continuaba. 

Cayó al suelo con los ojos rojos y el aire entrando con violencia a los pulmones produciendo un ataque de tos. Al minuto de estar tosiendo en el suelo pensando en lo patético de la situación, tomó la decisión de salir a caminar la ciudad de las playas más costosas de su país. 
Con los pasos perdidos entre restaurantes y prostitutas, terminó por encontrar a una mujer que andaba tan perdida como él, tan sola como él, tan necesitada de amor como él. No dudaron en estar juntos, y así, hacer valer su existencia por un día más. 

Dos días después se despidieron mientras ella volvía a Ciudad Solar a buscar a la familia que había dejado atrás, él continuaba con su viaje a través de sí mismo para encontrarse al final de sus días con una bala que quizás desde niño siempre buscaba.

Y sucede que él piensa en aquella noche de febrero, justo 9 meses antes de que naciera quién con 3 años de edad, está sentado frente a él, con los ojos rojos llenos de lágrimas y la mirada perdida en la ira del no saber que en ese instante sin querer y sin pedirlo, acababa de ganar un padre. 

lunes, 10 de noviembre de 2014

Noviembre I

De pequeños, cerrábamos los ojos para cruzar la calle tomados de la mano, iniciando nuestro caminar con el pulso acelerado y los pasos calmados, cruzábamos dos carriles de una de las vías mas concurridas de Ciudad Solar.

Nunca morimos.

Con el tiempo dejamos de jugar a cruzar la calle de esa forma, los afanes de la ciudad van consumiendo poco a poco los tiempos infantiles. De un día para otro él empezó su carrera por lograr nombres de hombres en su prontuario, mientras mi caza de mujeres empezaba a ser fructífera. Yo me enamoraba de cada mujer que conocía mientras él enamoraba a cada hombre que se le acercaba, hombres que con el tiempo le rompían el corazón, corazón que con el tiempo aprendió a dejar escondido en mi casa los sábados en las noches, antes de salir a la sexta calle de la Ciudad Solar, a conquistarse dentro de un extraño más. 

De mi parte, el tiempo lo empeñé por una mujer, lo alquile por otra y al final lo regale por algún par de piernas (buen par de piernas) que me convenciera de que la felicidad estaba en el inicio de su buen par.

Aprendimos el valor de la distancia y empezamos a valorar cada sábado en la tarde que lográbamos encontrar sunday de fresa. Aún en los días de lluvia de la Ciudad Solar, la compañía se hizo imprescindible. Las noches de pesadillas surgieron de la nada llamando la atención de los insomnes, nos juntamos con una armadura a combatir los muertos, a pelear contra el pasado por nuestras vidas futuras, hubo noches que lo logramos, otras donde hubo empate, y muchas donde perdimos. Igual siempre lo celebramos con licor y helados.

Entonces llegó lo inevitable, él logro conseguir lo que no quería y mi camino me alejaba cada vez más de su compañía, nuestros pies nos llevaban en direcciones opuestas, los de él caminaban sobre el agua mientras los míos aprendieron a hacer túneles bajo tierra. 

La linea seguía segura bajo el sustento de las cartas tierra-mar, pero todo debe tener un final, lo aprendimos de niños y aunque lo negábamos para nosotros, siempre supimos de lo inevitable, que los humanos nos unimos, consumimos y nos alejamos, ya era nuestra hora de despedirnos. Él tenía sus propias calles para cruzar con los ojos cerrados, yo tenía mis tardes de sábado con helados.

Una tarde, mientras mi cuerpo se untaba de mujeres desconocidas, llegó el mensaje de su enfermedad, la piel se puso de gallina mientras sus células un nuevo mal prometían. Al principio supe que tenía un guardián de su corazón, con el tiempo supe que su corazón se descocía con cada nueva ronda de medicamentos agrios.

Hace un año, llegó la carta de su fin, de su inexplicable fin, así como todas las muertes son inexplicables para quién está vivo, así mismo fue su evento. No fue bueno para mi vida saber de su morir, las heladerías cerraron y no hubo calor de mujer que saciara el desazón.
Confundido sin saber la razón, frente a una de las calles más concurridas de Ciudad Solar, cerré los ojos y empecé a caminar, escuchaba autos al fondo y sentí en mi mano algo que la apretaba con la fuerza de un niño con el corazón a mil por hora, a diez metros, un auto blanco intentaba reaccionar a mi presencia, no lo hizo con suficiente fuerza.

No volví a abrir los ojos... mierda.

martes, 30 de septiembre de 2014

Zapatos de goma y sol en los ojos

Hace calor.

Las gotas de sudor bajan por la espalda delgada de la mujer de vestido azul, un hombre con gafas oscuras le da la espalda al sol esperando sobrevivir a esta ola de calor infernal, los niños no salen a jugar por miedo a morir quemados en las aceras hirvientes.

Tengo una cerveza en la mano y al frente una vía amplia donde pasan autos apurados, al frente la mujer del vestido azul pide una Coca-cola y al otro lado de la calle el hombre con las gafas oscuras habla por celular. 
Todos los presentes estamos buscando una sombra, un cobijo de este sol incremente que no se rinde en su meta de carburar nuestros cuerpos, en este momento nadie en la ciudad se acerca  a nadie, no nos besamos, sentimos repudio del cuerpo caliente y sudado del otro. El Sol nos está individualizando. 

-En algún momento algo pasará- me dice el mesero cuando trae la cuarta cerveza del día, están heladas y el sol las calienta en 5 minutos, aquí no llevo ni 20 minutos sentado y deseo ser la gota que llega a la linea del culo de la mujer de azul. 
El hombre de gafas cruza la calle y en mitad del camino el zapato izquierdo pierde la goma de plástico, se queda caminando renco, creo que no notó la ausencia de la suela. 
Se acercó a la mujer y con un revolver calibre .39 perfora el pecho sudado del vestido azul, son segundos, no dura mucho en su misión.

No hay gritos, no hay silencio, todo sigue igual, los carros pasan apurados, la cerveza se descongela en mis manos, el mesero limpia una mesa,  el hombre levanta la vista al sol que sigue pegando fuerte, le da en los ojos, se quita las gafas respirando suave y profundo. 
No me he levantado a decir nada, igual a ella no la conozco y menos a él, alguien la llorará, aunque dudo que desperdicien las lágrimas en estos días de calor, alguien lo buscará, pero con 30 minutos en la calle nadie quiere salir de una ducha. Como ya les dije, el Sol nos está individualizando.

Sigue haciendo calor.

domingo, 14 de septiembre de 2014

Relato de un procedimiento

Hay una mosca pequeña que se golpea una y otra vez contra la ventana atrás del hombre con bata blanca, pelo grasoso y manos grandes cruzadas. Quisiera escuchar lo que me dice pero prefiero enfocar mi mente en ese insecto.

La respiración se ha hecho pesada en los últimos meses, hoy hace 5 meses exactos, ella me dejó. Me desperté un día y ella se había ido, abusando de mi sueño profundo después de coger, alistó su maleta café que siempre le gustó por las figuras precolombinas que lo adornan, metió toda su ropa y el cenicero que siempre odié. Quizás la maleta ya estaba hecha desde mucho antes, mientras estaba sobre mí cuerpo no pensaba en mis movimientos ni en su cara de placer fingido, pensaba en su maleta ya hecha, en sus toallas azules que también se llevó, regalo de alguien a quién no recuerdo y que ella siempre nombraba en los momentos cuando sabía que no la escuchaba. Quizás la maleta estaba en su auto cuando llegué del trabajo y sólo esperaba que me durmiera, me folló por los viejos tiempos como si fuera una despedida.

5 meses después de la mañana que desperté solo, tengo al frente un médico que no es tan médico, que ha pasado la mitad de su vida leyendo libros y la otra ignorando personas, me habla de un procedimiento y esa es la palabra que logro retener, los tecnicismo de un médico son similares a los de un plomero o electricista. No sé qué harán conmigo pero al parecer es grave, la cara del médico es seria y busca darme consuelo hablando de porcentajes, firmo los papeles que debo firmar, me levanto no sin antes buscar a la mosca.

Está muerta en el borde de la ventana. 

Ella se fue y mi vida se volvió una mierda. Me deprimí, enfermé, duré varios días sin salir y sólo pensaba en su culo redondo que ya empezaba a caerse, en sus tetas paradas en las mañanas y caídas en las noches, en su mirada aburrida y caminar cansado. 
Sé que no era perfecta, pero yo estoy enfermo a punto de entrar en una cirugía y sólo quiero su compañía. 

Antes de iniciar el procedimiento, el médico en forma de broma me pregunta algo a lo que respondo que me quiero morir, el médico sonríe y la anestesia hace efecto.

Soy una mujer de pelo rubio teñido sobre un campo de flores secas, alrededor vuelan pájaros blancos que suenan como camiones en procesión. Mi cuerpo se estremece por el ruido que retumba mis oídos, siento mis ojos a estallar y grito tan duro que puedo escuchar los rostros de las aves-camiones mirar fijamente mi cabello. El mundo se mueve y estoy en un pasillo de madera, con cada paso que doy el suelo suena como el crujir de huesos al romperse, me siento mareado y quiero vomitar pero algo me lo impide. Empiezo a correr pero el sonido de los huesos se siente en mi piel.

El cuerpo está pesado y a mi lado está ella, la que se fue con el cenicero y las toallas azules que siempre usé para limpiar mis pies. Aún soy una mujer rubia, me lo dice el hombre de bata blanca que entró a la habitación y me mira con deseo, sigo con nauseas y la intento tocar pero su piel es dura como una muñeca de cera, sus ojos no brillan, el cuerpo congelado sobre un sofá mirando a la nada me hace sentir al lado de un muerto, o como los muertos se deben sentir al lado de un vivo, no lo sé. El hombre de bata vuelve a entrar y noto que las paredes son azules pero se mueven como olas del mar. Nada es estable y la mano del hombre de blanco me toca un pecho gigantesco que me sorprende poseer. Escucho niños jugando en una playa y el sonido del mar entra por un oído mientras mis manos impotentes intentan evitar el manoseo de aquel hombre, me entristece todo y mi corazón llora en mis manos, me entristece todo y todo se vuelve negro y todo se llena de luz y mis ojos llorando se abren suavemente en una clínica.

Al fondo suena Alive de Pearl Jam y supongo que alguna enfermera no ha superado su etapa rockera. miro al rededor y estoy solo en una habitación de paredes beige, soy el mismo hombre que ha dormido en los últimos días, nadie vino a visitarme y sólo el médico del pelo grasoso ha entrado en esta habitación. Al parecer el procedimiento fue un éxito y estuve despierto desde hace un par de días, pero no lo recuerdo. 

Estoy solo, desnudo bajo una cobija que la enfermera fan de Pearl Jam me ha traído, es bella como sólo las enfermeras saber serlo. Mi pecho tiene 15 centímetros de cicatriz y ya no duele respirar como hace 4 meses, pienso en ella y en el cenicero, pienso que hace una semana hubiera preferido morir durante el procedimiento.
Sin saberlo pero con nostalgia, empiezo a llorar.

martes, 2 de septiembre de 2014

Destiempo

"Un momento" Me dijo ella, yo me quedé como un árbol plantado en medio del cemento, inamovible, encerrado en mi cuerpo mientras la medida de tiempo más subjetiva que tenemos me decía que debo esperar "Un momento". Retumbaba mi cabeza mientras la música caribeña de afuera se confundía con la jaqueca producto del tic tac colgado en algún lado de esta maldita casa.
"Un momento" y mi cuerpo enterrado y su cuerpo bailando por las marcas del tiempo que ella misma ha creado.

"Un momento"... ¿Cuanto es un momento? ¿Un minuto? ¿Diez minutos? ¿tres minutos con 47 segundos? 
¿Cuanto puede ser un momento para ella que no sabe llegar tarde? ¿Cuanto es un momento para mí?

Mis manos impacientes buscan algo con qué distraerme y encuentran un cigarrillo ¿Cuantos momentos dura un cigarrillo en quemarse? ¿Cuantos momentos he perdido fumando cigarrillos? ¿Cuantos momentos me han quitado del futuro los cigarrillos del pasado?

"Un momento" dijo ella ¡Un maldito momento!
¿Cuantos momentos la he esperado?

El cigarrillo se acabó y este imbécil sigue esperando un momento a que llegue su momento de poder seguir adelante con su momentánea y simple vida.
Si la vida es un momento ¿Le he dado mi vida a ella en este momento? ¿Ella sabrá que le dí mi vida sin dudar?

Abro los ojos y después de esperar varios de mis momentos a los momentos de ella, me doy por vencido y decido despertar de este sueño erótico que por culpa del tiempo se ha vuelto pesadilla.

jueves, 7 de agosto de 2014

Historia real

Esta historia empieza como debería empezar cualquier historia de amor, con una colegiala de 15 años en falda de cuadros una cuarta arriba de la rodilla, Caminando por el pasillo del colegio católico que la aleja cada vez más del control de la hermana Herminia, la cual ha sido encargada de cuidar a las niñas en el descanso. 

Sigue caminando hasta llegar a la malla que separa la calle del colegio, la libertad de la misa, la lujuria callejera de la lujuria católica. Ella, de 170 centímetros de piel suave e inmaculada,con un impulso y fuerza que ha ido desarrollando desde quinto de primaria cuando el doctor de la familia recomendó meterla en algún deporte para ocupar su tiempo libre (natación en este caso), logra salir del cuartel de Jesús, María, José y cuanto compinche santurrón se ha creado en los últimos 1.400 años de ocio católico; camina por la calle, se sube unos 5.6 centímetros la falda y de su media blanca derecha saca un par de cigarrillos que se fuma antes de llegar al taxi que la espera en una esquina (imagínese cualquier esquina). 

Ella llega al apartamento 504 del edificio, un hombre alto sin rostro la besa, la desnuda, requisa con sus labios cada milímetro de la más tierna, dulce y pecadora que puede tener una mujer a sus 15 años de vida.
Ella a diferencia de muchas mujeres de mayor edad, llega. 

Así debería empezar cualquier historia de amor, pero esta vez, la historia no empieza así, ni siquiera hay una colegiala que llega. Aquí, sólo hay una mujer menor de edad de familia adinerada que se enamoró de su profesor de literatura que nunca pudo publicar su libro de cuentos eróticos. Esta historia es sobre un hombre que a sus 27 años no ha triunfado en la vida, se encuentra solo y llorando en una patrulla de la policía mientras afuera una niña de 15 años bañada en lágrimas intenta llegar donde el hombre que ama.

Esta no es una historia de amor, es una historia de esas donde la gente que se quiere no usa faldas cortas ni los hombres son buenos amantes. Esta no es una historia donde las personas se besan con pasión bajo la lluvia en vez de besarse en un motel de carretera con más timidez que amor. Esta querido lector, es una historia de la vida real.

domingo, 20 de julio de 2014

Muñeco azul

El aire que entra es caliente, afuera debe estar el clima ardiendo y aquí el doble. Cree que es mejor respirar por la boca, siente su cuerpo hiperventilar, ningún poro ha dejado de sudar, esta mareado y cansado. 
Se encuentra con la imagen de una melena negra que sonríe entre sombras que no logra entender. 

Las manos tiemblan y piensa en sus dos hijas que ya cumplen 5 o 6 años, intenta recordar pero sabe que lo ha olvidado y sus ojos lloran del desespero de saberse impotente frente a una realidad que lo abruma, llora por el calor que lo cobija y siente que quiere morir para sentir algo de frío, recuerda una puerta cerrándose una botella abriéndose, un traje de un muñeco azul que a sus hijas les gustaba, un cuerpo cayendo al suelo y unas lagrimas sabor licor en su rostro.

Cierra y abre los ojos, al abrir está justa al frente un niño de melena rubia sentado, mirándolo con ojos azules y con un helado en la mano. Hace calor y se levanta de donde está, toma al niño de la mano y se va saltando como sus hijas le decían que ese muñeco azul saltaba. 

martes, 1 de julio de 2014

El azar es azul

He tenido abandonado al blog, prometo volver en este mes a escribir aquí. Por ahora los dejo con uno de mis poemas favoritos, es de Ángel José Fernández.

10

El azar es azul, así lo expresa
la música del mar
de arenas movedizas, tropezón
de este ser
que apaga su caída
con su temple motor.

La pesadilla es irse acostumbrando
a cruzarse de manos y doblar aspavientos,
escuchar a la muerte
como en un caracol
con sus palabras huecas y acercarse
hasta ser,
puro en su tumba, sólo el torpe
que uno mismo se erige en el abajo.

Vaya pancarta silenciosa,
calamidad de viva roca sorda
y roca viva a golpe y sangre.
Vaya.


De Tempestad en la lumbre, en "Nocturno al amanecer", 1984.

lunes, 26 de mayo de 2014

37 pasos

Es un microcuento que no recuerdo dónde lo leí, sólo recuerdo que estaba guardado como una carta para enviar a alguien.
"1.Contar Hasta 3

2.Uno
3.Dos
4.Tres
5.
6.
7.
8.
9.
10.
11.
12.Volver a contar hasta 3
13.Uno
14.Dos
15.
16.
17.
18.
19.
20.Dos
21.
22.
23.
24.
25.Tres
26.
27.
28.
29.
30.
31.Tres
32.
33.Tres
34.
35.
36.No importa
37.Saltar de la azotea."

domingo, 25 de mayo de 2014

Volver

Miro al cielo y bajo las nubes azules un águila vuela buscando un ave para comer, cierro los ojos y salgo.
El ronroneo del aire acondicionado, la tos del hombre de al lado y mis ojos escondidos en gafas que leen páginas de un libro que habla de la sangre y de la guerra que tuvimos antes de las sangre y de las guerras que tenemos hoy por hoy. Miro el cielo y al fondo el paisaje se torna gris -"Va a llover"; me dice el hombre de la tos con su camisa blanca que brilla con el sol del medio día.

Me bajo en una estación, camino por un túnel y pregunto sobre la ruta que me llevará a mi destino, me subo en un bus verde me siento y abro la página, a mi lado, una negra enorme en un vestido fucsia que deja poca piel oscura cubierta, sus poros son grandes, sus manos son grandes con la palma de la mano blanca y los dientes amarillos, me estremece y atrae su figura, hace mucho no veía una mujer como ella. 

Se sube una mujer de pantalón verde y le doy mi puesto, lleva una niña de un año, quizás, entre sus brazos y su hombro la nena duerme y ella me agradece la acción intentando ver mis ojos que las gafas ocultan. Yo sé quién es ella, hace unos años me topé con ella a la salida de la casa de un amigo, ella era hermosa de pelo crespo y ojos verdes, de piernas largas y labios gruesos, de nombre que he olvidado, pero las tardes con ella sentados sobre el letrero de entrada a su barrio mirando como el atardecer se convertía en juegos de colores no se han borrado...no del todo.

Ella se queda mirando mi rostro que es el mismo de aquella vez, con un par de marcas de más, no me reconoce y puedo seguir tranquilo, lo último que quería era hablar con alguien que me conociera, mi viaje era con la intención de disfrutar del paisaje citadino un día de ciudadanos, no era el buscar compañía entre la neo madre de 21 años que alguna vez besé bajo el atardecer caleño.

Me bajo y con una sonrisa me despido de ese amor de tarde caleña, hago lo que debo hacer y vuelvo a salir.

Estoy en un bus de nuevo y el camino es a mi casa de nuevo y tomo el bus que no es y el camino será más largo de lo deseado. Voy por una carretera llena de zonas verdes, con gente pobre viviendo al otro lado de un túnel de mierda, está el cementerio de carros muertos, el lugar cerrado promesa de bailaderos nocturnos donde la coca, el amor y el deseo prometen placer cada noche de fin de semana. 
Estoy en un bus con un ruido de aire acondicionado pienso en todo lo que he vivido allá, en ese espacio que siempre fue extraño para mí; sus carros viejos o nuevos con música a todo volumen, sus mujeres de poca ropa, mucho deseo y diminutas ideas, sus hombres de grandes sueños, poca motivación y sin medios, de personas extrañas para sí mismas, que navegan entre esperanzas y lubricaciones que llenan sus piernas, entre colores, tantos colores de ese lugar que cualquier drogado con ácido puede encontrar el nirvana entre una panadería y una peluquería, porque sí algo hay allá es que todos viven bajo la sombra de un local donde sostiene la familia precoz de esperanzas precoces que mueren a la primer menstruación que no llega por culpa del primer beso sin condón que se dan con el primer hombre-niño que las encantó con sus esperanzas precoces como su sexo.

Miro al cielo y el bus sale de la terminal, el viaje de regreso a mi hogar ha empezado y pienso en ella con su hija de un año que babea el hombre mientras ella camina con propiedad y el espaldar jorobado, en mis amigos que se fueron muriendo entre embarazos, amores, puñaladas robadas y balas mensajeras enviadas que se han perdido hasta que una noche cualquiera aparecieron en el pecho de un receptor no deseado, las historias del vigilante de la calle que siempre tenía cigarrillos para compartir, historias con las cuales podía mentir sobre un pasado tan triste que se veía en sus ojeras, sus anhelos para sus hijos que tan bien supieron fracasar al primer intento.
Los besos que no me dieron, los sexos a los que me negué, las fiestas de cumpleaños a las que asistí donde música extravagante bailé, mujeres extravagantes conocí y de tristezas profundas escapé, pensé en toda la sangre que he dejado en ese lugar desde el día en que corrí por culpa de un militar que de un taxi se bajó a disparar hasta aquella noche en que a la chica de ojos verdes y piernas largas la conocí hasta la profundidad, pero en especial de aquel lugar hay algo que nunca podré olvidar...

-Parece que va a llover; me dice una mujer sentada a mi lado. Sonrío y vuelvo a ver el cielo, el sol se oculta sobre una capa de nubes y una avioneta pasa sobre nosotros lentamente, el bus gira y me pregunto ¿En qué estaba pensando?

lunes, 12 de mayo de 2014

Carta a la ventana donde se estrella Edith Piaf

Ven y consuela la tristeza que produce la llegada de tu partida a mi habitación. 
Ven y dime que sólo es un juego como todo en la vida, que tu "no me hables" era como cuando somos niños y le decimos a alguien que no nos hable y al día siguiente le regalamos una chocolatina para que sepa que estamos ahí para él. 
Ven y camina conmigo en círculos sobre la cama en la que tanto nos gusta dormir (juntos). 
Ven y no digas nada, o di todo lo que quieras, o grita o quédate en silencio, o presume de tu nueva falda  y de tu falta de cucos, pero ven.
Ven y vuelve como si no quisieras volver pero volviendo, como los perros cuando están arrepentidos de morder a su amo y regresan caminando lentamente pero con un pequeño movimiento en los pelos de la cola.
Ven que te estoy esperando como Lois Lane espera que Superman la reciba en medio de su caída libre desde algún avión en picada.
O no vengas.
no vuelvas que acá sólo hay sábanas rotas y desgastadas. Un par de libros rayados y otros dos robados (uno para vos).
No vengas acá que no hay nada que sea bueno para vos ni para nadie, no vuelvas porque no piensas volver, porque no quieres volver, porque eres como un gato que crece y se va de la casa.
No vuelvas porque no vuelves y no llegarás a tiempo, porque este cuerpo ya ha caído a su vacío y no hay espacio para vos, no vuelvas que mi cama ya me queda pequeña y tus sonrisas no cabrían en ella.
No vengas porque venir es un acto que muchos hacen, y sólo en la ausencia quedarás en mi memoria. Que te olvidaré con el pasar de las vidas y quizás alguna mañana mientras me levanto con una canción que vos me enseñaste piense en tu sonrisa o en el color de tu coño o en los lunares de tu seno izquierdo lado izquierdo que avanzaban como una manada de pájaros  en busca de su nido en el pezón diminuto de tu pecho.
no vuelvas porque mi habitación no sabría que hacer con tanto color. Tendría que abrir las persianas y vestir mi cuerpo, espantar las mariposas negras que hicieron telarañas en mi techo y despegar los avisos que he robado de cada bus en el que me he subido.
No vuelvas porque no sé qué hacer con vos estando conmigo, porque  sé que solo por lo menos escribiré estúpidas notas al viento que respiras. 

sábado, 10 de mayo de 2014

Transferencia de adicción.

Al principio fue alcohólico, pero después de perder a su familia y trabajo decidió dejar el licor y lo logró con su fuerza de voluntad. Al tiempo se enamoró de una negra de pelo oscuro y mirada café, se volvió adicto a ella y cuando ella lo abandonó, decidió volver al alcohol buscando transferir su adicción ligada a ese cuerpo oscuro que lo dejó

Un día borracho entró en un puticlub y se enamoró de cada una de las 32 putas del lugar, ahora es doblemente adicto.


jueves, 8 de mayo de 2014

Lluvia reptil

Era lluvia, era música sonando a todo volumen, era mi cuerpo moviéndose al ritmo de un rock and roll de esos que saben a ácido y a perico entrando por la nariz, de esa música que electrocuta todo el cuerpo y despierta los sentidos. 

Era lluvia

Eran mi caminar/baile que empezaba en una parada de bus que se tomó con anticipo (el chófer no paró en la parada previa), era mi pelo escondido en un gorro que me daba el calor necesario para seguir con la música, eras vos en la ausencia hecha música/lluvia/agua/camino/baile y al final era una tortuga que caminaba paralelo a mi edificio, sin parar, sin importarle mi baile, sólo una tortuga que salió de la nada y caminaba en medio de una urbe con la esperanza de volver a su origen, casi tanto como yo.

Era lluvia y una tortuga.

martes, 6 de mayo de 2014

Patriotismos

Hoy caminaba por el centro de mi ciudad -que se llama Cali, ciudad solar, calor, el mierdero ese, olla, calicalentura, calicalabozo- y me encontré que en cada esquina y entre esquinas venden la camiseta de la selección de mi país -que se llama Colombia, locombia, trópico, cocalombia, el mierdero ese, hueco, Ecuador, Venezuela, sur-, y me topé con que en todo lado se vende la misma imagen, un color amarillo o rojo con una banda azul en el pecho con el logo de la selección en el lado izquierdo.

Lo llamativo no fue el colorido comercio de productos marca adidas, ardidas, addas, aidas o cualquiera de sus conjugaciones literarias propias de la ropa pirateada que tan bien se sabe hacer en este país pirateado. Lo llamativo fue encontrar una serie de camisas que presentaban colores, formas y hasta escudos distintos a los ya establecidos por un contrato entre la Federación Colombiana de Fútbol y Adidas. En cierto momento fue encontrarme con el ingenio de los ingenieros de lo no propio, con los artificios creados por los publicistas de la calle que nunca han tomado una clase de publicidad con sus profesores prepotentes y sus estudiantes futuros desempleados, me topé con la certeza que a la hora de crear, inventar, mentir, reformular la realidad material de lo que nos rodea, el colombiano es pionero. 

En estos momentos deseo una camiseta de la selección, la roja sería la ideal, pero cuesta más de 100 mil pesos que no tengo para eso. Por otro lado está la misma camiseta pero en azul, color que no me vende la tienda de Adidas en Unicentro, que deseo con ganas, cuesta 30 mil y la vende Sonía, una mujer hija de indígenas una cuadra más arriba de la Plaza de Caicedo. 

Si alguno quiere hacer su labor patriota debería comprar la camiseta del centro de esta ciudad multinombre, en homenaje de todos los habitantes de esta país multiforme.

viernes, 25 de abril de 2014

Conocerse fue un sueño y su amor de ensueño, pero con el tiempo él empezó a sufrir de insomnio.

miércoles, 9 de abril de 2014

Padre

Su hija ve dibujos animados y su esposa en la cocina tararea la canción que sonaba mientras él de rodillas le pedía matrimonio. Intenta recordar si tiene algo de dinero y se siente confiado en su pantalón y el la billetera de las 3 tarjetas y los 23 billetes de la más alta denominación, entonces se percata de que no se ha percatado que todo en su hogar está bien, que la hija es feliz y rinde en el colegio, que su esposa está ciegamente enamorada de él, con esa ceguera que impide ver que su propio esposo a veces  en las noches cuando llega tarde del trabajo huele a pólvora y sangre. Se siente aliviado y por un segundo piensa en la mujer que se fue con su hija hace ya 20 años y piensa en su hija que ya debe tener 23 y piensa que quizás ella está mejor sin él.

Suena el timbre.

Su hija le dice que el señor que siempre lo va a buscar está abajo, él se levanta del sofá y camina a la puerta, ve los ojos de su compañero de los últimos 7 años y le pide a la esposa que llame a la hija, cuando la hija se ha alejado saluda de mano a su compañero, le pide que cuide a la familia y cierra los ojos.
El disparo no hace tanto ruido como se acostumbra, la bala no se fragmenta en el cuerpo como se acostumbra y él no siente dolor como pensó que sentiría mientras sus rodillas se doblan y el cuerpo se desploma, piensa en el velorio donde sus hijas se conocerán.

En la cocina, la esposa sigue tarareando la canción que cree haber escuchado mientras él le proponía matrimonio.

domingo, 6 de abril de 2014

La dueña del cactus



-Buenas noches. Le dice al portero, entra al conjunto con la mirada baja y después de hundir un botón espera el ascensor. 

Dentro de la caja gris escucha august winds de Sting pero no se percata que se sabe la canción. El movimiento le hace sentir por un momento como que su cuerpo no tuviera relación alguna con él y por primera vez ese día,mes,año,vida, se siente bien.

Llega a casa y el aire frío de la media noche le recuerda que dejó el ventanal del balcón abierto y que ha llovido y que ha caído agua y que se ha entrado a su sala y que todo, desde el sofá hasta la mesa llena de cactus de miles de colores,formas,olores,chuzos y recuerdos se ha inundado. Se siente mal por sus cactus.

Le da algo de gracia que la lluvia inundara sus plantas de desierto y que la brisa fría del balcón helado no le quite esa sensación de calor que sale de sus huesos. Entra a la habitación, se desnuda y busca en el closet el revolver. Le da play al reproductor bajo el televisor y empieza una canción que usted lector ya debió escuchar cuando empezó a leer esto, se dice que justo, desde hace días,meses,años,vidas ha estado pensado en vos y se pega el tiro sabiendo que la lluvia que inundó sus cactus no le ayudará a su soledad calurosa de trópico.

Después de que el martillo presione la bala de punta hueca calibre 38, la cual vuela a la velocidad del sonido y se encuentra con la carne/hueso de la nariz/boca y sale atravesando el cerebro/hueso hasta estrellarse con la pared blanca mal pintada que pintó con la dueña de los cactus y con la dueña del arma y con la dueña del cd original que ahora suena en la misma canción que usted ya escuchó, todas la misma mujer, la misma dueña.

Antes de morir del todo El Flaco pregunta si hay algo en él que ella no odie y el cuerpo muerto/vivo suelta una pequeña mueca en forma de sonrisa en su boca/nariz estropeada que huele a pólvora. 

Una gota de sangre cae sobre el cactus que estaba en el centro de la mesa, cactus que fue el primero que ella le regaló.

*Tiempos a parte (a manera de tiempos de...)

Ayer hubo una obra de teatro, en la que los actores eran voluntarios, unos no llegaron a tiempo y el director los sacó de su papel obligando a que fueran espectadores desde fuera del teatro. Otros fueron actores, llegaron a tiempo a sus citas y buscaron su compañero en la tarima, su presentación fue tan buena que al final de la obra todo el mundo se puso de pie y les aplaudió, su piel se erizó y brindaron por las animas que les apoyaron.

Yo, fui un fantasma que sólo quería bailar, pero se me olvidó el guión en medio de la noche, se me cruzaron los papeles, las imágenes y salí abucheado del teatro.

No volveré a teatro.

viernes, 4 de abril de 2014

Lepidoptera

Un fuerte impulso y con mis alas a todo vapor logré que la crisálida se rompiera lo suficiente para que mis antenas en forma de hojas se asomarán empezara mi primer sensación real, de la vida real. 
Con un poco más de fuerza saqué mi delgado cuerpo de ese lugar ya seco que durante unos días-semanas-meses- me tuvo sentado, acorrucado, sentado de forma derecha, jorobado y hasta en cierto punto con mi lengua sobre mis genitales, lo cual no me gustó mucho.

Ventea y el sol está a su punto, son las 6 de  la mañana en horas humanas y mis pies se posan sobre una orquídea y con mi lengua empiezo a absorber lo que necesito para lograr el amor de alguien que ojalá esté más veterana que yo en esto del amor.
A eso de las 9 de la mañana en horas humanas me topo con una mariposa que según sienten mis antenas es de mi misma especie, me acerco y ella me mira con recelo, le lamo uno de los colores rojizos de sus alas y siente una pequeña pelusa que las cubre.Entendí que nuestro sabor es un poco agrio en nuestras alas, entendí que a las mariposas hembras no les gusta que les laman las alas porque al parecer eso impide que su vuelo sea cómodo, entendí que para ser una mariposa macho, soy muy romántico.

Ella se fue mal volando con su mirada puesta en el próximo objetivo alimenticio mientras mi ego de mariposa macho se quedó resentido por sus negativas a mis ganas efervescentes de estar con ella, uno con el otro entregando todo nuestro néctar, amor y genes a una generación futura. Seguí mi camino por entre este paraíso floral donde existían millones de mariposas que al igual que yo jugaban a volar, comer, aparearse y las más existencialista a golpearse contra un cristal que nos reflejaba.

Cuando llegué a una flor muy rosada para mi gusto pero llena hasta el tallo de néctar, pude constatar a un par de mariposas esquizofrenicas que se negaban a llenarse de alimento, no querían comer por miedo a tener ganas de aparearse y no querían aparearse supongo por miedo a ser rechazados. Pero yo, que bien supe acercarme, lamer e intentar apareare con ella, la mariposa de mi misma especie con alas rojas, y ser rechazado con un movimiento de antenas y de lengua mostrando desgano por mis acciones, yo que soy la mariposa más joven del lugar junto con otras 157 mariposas que nacieron al mismo tiempo, yo que soy un romántico, no podía quedarme con el estómago vacío mientras al otro lado de la flor o del jardín o del mundo, me esperaba la mariposa de mis sueños, enamoradiza, joven como yo pero experta en el amor.

Me llené hasta que me sentí pesado para volar, en la parte alta de un cactus decidí sentarme a esperar el sol se fuera apagando, cuando de pronto una mariposa que iba mal volando, con sus antenas en forma de hojas y alas rojizas se me acercó, me lamió la ala rojiza igual que la suya y sin dejarme decir ni medio poema de esos que a veces los hombres de guantes blancos recitan mientras nos daban de comer allá en la incubadora de gusanos. 

Se hizo detrás mío y nos penetramos de una forma tan suave y delicada que estoy seguro que ella era una experta en el amor, me alegré y lo hice -el amor- con toda la pasión que el néctar me permitió y ahí mientras el sol se ponía en el oriente -no debería explicarles que ustedes, los humanos tienen mal los nombres de los puntos cardinales y  nuestro oriente es el occidente suyo y el occidente suyo es el norte nuestro-. Al terminar tal acto de amor profundo, mi aire se agotó y mis antenas se cayeron, ella se fue volando con la misma mirada que me hizo cuando la lamí y yo me quedé en medio del cactus con el sol apagado y mis ganas de vivir muertas.

jueves, 3 de abril de 2014

Plegarias, sudor y adulterio

Llega a la oficina caminando rápido, lo cual le deja una gota de sudor en la espalda, la misma espalda que la noche anterior le dio al esposo mientras este leía la última novela ganadora del último premio de literatura entregado como siempre en una ciudad de España.
Mientras camina la percusión de sus tacones le recuerda una canción que no se sabe pero que escuchó en algún momento entre la noche de su boda y la noche final de su amor por el esposo, o usando referencias más especificas, la noche que terminó su luna de miel.

Se sienta y su silla rechina un poco, tal como su cama lo hace cada martes y sábado, cuando son las noches en que ese mastodonte que ella ha mal logrado como compañero eterno hasta que por fin Dios le haga caso a sus plegarias, o a las plegarias de su madre o de su padre o de su prima que tanto la ha querido o hasta las plegarias de su vecino el cual pasa las noches enamorado de él, el mastodonte; todas esas plegarias le repiten y confirman a Dios lo mismo que él ya debe saber hace mucho; que los corazones se detienen cuando la persona es muy obesa, cuando ha comido mucha grasa, cuando se pasa la vida sedentario, cuando se es un gordo hijo de puta que sólo respira por gracia del mismo Dios que se niega a llevárselo o mandárselo a su amigo satanás.
O en palabras que ella ha construido con el tiempo, el marido es un gordo cabrón al que Dios evita y no le desea ese mal al demonio, por eso él sigue ahí, cada sábado y cada martes intentado amar a la mujer que ama ciegamente, tan ciegamente que no escucha sus gemidos de odio cada noche de martes y sábado, tan ciegamente que no escucha las plegarias del vecino que como el vecino de American Beauty (1999), está enamorado con un amor que también es odio y que también es obsesión y ustedes deben saber que donde hay obsesión con odio y amor, todo termina en muerte.

Pero volvamos a la oficina, un gran salón con 7 cubículos que son separados por paredes móviles, donde trabajan 6 mujeres y un hombre, pero no piensen en postulados machistas, ya que este hombre, aunque nadie lo sabe, los domingos, después de ver el partido con José su primogénito de ya unos 25 años (aunque a veces le gusta decir que tiene 27), regresa a su casa y dentro del vestidor que está dentro del baño de la habitación de huéspedes que nunca ha usado, se encuentra sus faldas carmesís, sus tacones azules con lentejuelas y sus pelucas de pelo rizado rojizo o rubio o negro, todo depende de la fogosidad con que se sienta su cuerpo de mujer, encerrado en la piel tosca de un padre de 47 años.

Pero volvamos a la oficina.

Ella, nuestra protagonista que hasta ahora no es más que la mujer de un mastodonte arcaico que sólo lee novelas y escribe novelas y vende novelas, ella, nuestra protagonista de la cual sólo sabemos dos pequeños recuerdos vagos de su vida, que tiene tacones y una gota de sudor que para este momento ya ha caído en el trasero pequeño y redondo y parado que siempre ha tenido desde los quince años cuando un martes, de esos en los que aún su piel no se entregaba con odio a un mastodonte, su cuerpo tomó la decisión de no torturarla más con un cuerpo de niña y dejarla entrar con acné y sudores y sueños y calzones mojados a una pubertad tardía, una juventud temprana y una adultez que ya no se iría.
Ella que ahora piensa en el mastodonte y hace su plegaria en la mente, ella que se sienta en el cubículo 5 de los 7 que hay, ella que saluda a su jefe que hoy es hombre y en dos días será mujer, ella que ahora con una sonrisa hermosa como su culo entra al correo y sin miedo ni pena ni pudor ni vergüenza ni nada de esas cosas de las que ustedes lectores sí sufren, le escribe al amor de su vida un "hola" tan valiente que al releerse se puede ver como el cuerpo de ella se desnuda dejando para nuestro placer, poder ver su culo redondo, sudado y parado de quinceañera.

viernes, 28 de marzo de 2014

Prueba

La espalda le suda, se siente incomodo en la silla de soporte de metal y cojines delgados por el uso, pasa una enfermera de cabello negro y siente un pequeño olor a fresas, él sabe que las enfermeras no deben usar lociones sin embargo su color de cabello y su uniforme blanco combinan a la perfección con su olor a fresas silvestres.
Sus manos huelen a Marlboro y siente necesidad de un cigarrillo, pero sabe que debe esperar, que está en la sala de espera mientras varias enfermeras, médicos, pacientes, mensajeros de otros lugares, aseadores y uno que otro mosquito se pasan por su frente mirando sus ojos llenos de miedo , llenos de la incertidumbre que produce el no saber algo que una de las personas que camina frente a él debe saber.

Pasan cinco minutos desde que pasó la enfermera pero en el tiempo personal su cuerpo se siente quinientos años más viejos, el sudor que ha terminado de bajar por su espalda duró cien años en cada poro, la eternidad de la espera no se controla por el tiempo de los relojes, sólo por el tiempo de nuestras sensaciones. No sabe si levantarse y caminar, quizás leer todos los carteles sobre el cuidado de las embarazadas, sobre la invitación a hacerse la citología y reclamar los resultados, sobre el uso de anticonceptivos y el cuidado del cuerpo, al fondo del lugar puede ver (su vista siempre ha sido buena) un cartel con dos hombre besándose mientras uno sostiene en la mano un condón.

No sabe qué hacer y el sudor le ha llegado a las manos, llaman a un tipo que estuvo tosiendo durante más de 3 minutos seguidos según él, aunque el tipo que tosía sintió que el tiempo fue infinito, que sus pulmones se cerraban con fuerza por largos lapsos y que el aire era muy poco, sintió por un momento que estaba muriendo y lo único que afirmaba su existencia era la tos, se aferraba a ella para respirar pero no se sentía respirar, era sólo un tipo con gorro gris tosiendo en una silla de metal incomoda por culpa del uso constante en los últimos 5 años.

Una enfermera rubia que después él sabrá que huele a loción de hombre que después descubrirá es la misma loción del médico que con cara de preocupación lo atenderá, dice su nombre.
Se levanta y mira al rededor, sólo hay un mosquito que lo mira con prejuicio, las otras personas están concentradas en el programa de la mañana donde sale un hombre gordo rodeado de modelos anoréxicas que con el tiempo se suicidarán. 
Entra en un consultorio un poco desgastado, con una pared pintada de mala gana y un olor a agua de inodoro que entra por una puerta entrecerrada. Él se siente como en la cama de su antigua casa en la que encontró a su esposa con dos mujeres, una de ellas la vecina que él siempre amó en secreto.
Se sienta y la cara del médico es demasiado sería lo cual le hace sentir que hay algo de cómico en la situación. El médico le informa que el resultado es negativo pero que no por ello debe de dejar de tener cuidado, que hacer una prueba de esas es sólo una muestra de lo descuidado que es con la vida, que las relaciones sexuales no son un juego en donde el arriesgarse a morir después de ellas sea algo real, que la muerte es real y permanente mientras el placer del sexo muere un segundo después de terminado el acto. 

Él intenta escuchar sin inmutarse, sabe que lo siguiente en su vida es ir a recoger las cosas de su antigua casa, ir al nuevo apartamento que su mejor amigo le ha prestado mientras él se va de viaje, sabe que debe mirar a los ojos a alguien que ya no tiene la mirada de amor que siempre tuvo para él, que le debe pedir perdón por no saber lo que ella siente, por no poder seguirla en su nueva y última etapa de la vida, sabe que debe disculparse por no tener VIH como ella. Se quiere ir de ese lugar entonces para callar al médico y su perorata sobre la vida segura sin sexo, sólo le recuerda que la enfermera rubia también se debe de acostar con otras personas distintas a él y que si no usa condón puede terminar en la silla de paciente recibiendo la peor noticia de su vida, que se debe cuidar porque las enfermeras y sobre todo las que se roban la loción de sus amantes son las mujeres más peligrosas del mundo, claro, después de las mujeres enamoradas.

Sale del edificio blanco por dentro, gris por fuera y sonríe al ver que el sol sigue brillando.

jueves, 20 de marzo de 2014

Día no normal.

Esta mañana es particularmente distinta a las otras, hoy la respiración del cuarto de al lado le ha despertado, los ojos le han pesado y después de dos intentos de dormir se ha levantado completamente molesta.
Hoy es un día particularmente distinto, en tanto ella se ha levantado sola a cepillarse los dientes, desayunar  y vuelto a cepillar los dientes tal y como la abuela le ha enseñado a sus hijas y a las hijas de sus hijas.
Hoy te levantas pensando en lo que nunca pensaste, en los días previos a que ella naciera, en las noches vomitando en el baño sosteniendo la panza que ya empezaba a crecer con ella adentro, en los antojos que nadie nunca cumplió, de los deseos sexuales que lograste cumplir sólo con el chico demasiado pequeño para su edad que vivía a dos casas de la tuya. Te levantas pensando en sus primeras noches en este mundo hace ya diez años y unos cuantos meses, en las que nadie dormía, ni vos, ni ella, ni los vecinos.

Recuerdas cuando aprendiste a cambiarle los pañales con una sola mano, cuando la cargabas a las 5 y media de la mañana llevándola a la guardería para que la cuidaran mientras volvías a la clínica a ser de auxiliar como siempre lo hiciste en los últimos 17 años. 
Hoy es un día no normal porque despertarte pensándola tanto mientras la ves haciendo sus deberes en la sala.

"Siempre seremos tu y yo" le dijiste el día que por pelear en el colegio te tocó salir del trabajo, ella estaba embarrada de pies a cabeza, con un zapato en la mano y el rostro bañado en llanto. Recuerdas los días en que el trasnoche llegó como resultado de sus enfermedades, siempre tan frágil en tus manos, siempre tan fuerte para la vida.

Caminas a la cocina y ves un calendario, 9 de diciembre es el día de hoy y te sientes particularmente rara. No sabes explicar qué es lo pasa con tu estómago que se retuerce, con un pequeño dolor de cabeza que amenaza con aumentar, con las manos frías y los labios secos. No te sientes bien y la ves a ella tan hermosa como siempre con su cabello negro cantando canciones que nunca escuchaste.

Caminas con voluntad, con decisión, no sabes cómo sacaste las fuerzas de tu estómago pero ya vas caminando contra ella, con la mano cerrada le das un golpe en la cabeza, ella no ha alcanzado a reaccionar cuando tus manos le cubren el cuello, la ahorcas y sientes sus manos tocar las tuyas, son tibias, con sudor, la aprietas con fuerza y antes de que la primera lágrima ruede por su mejilla sientes como algo que está dentro de tus manos se rompe.

Te levantas, vuelves a la cocina, con el cuchillo que tiene más filo vuelves a su cuerpo, cortas en partes lo que antes era un solo cuerpo, es como un rompecabezas que decidiste separar. Lo metes todo en una bolsa negra que tenías para la basura de su cuarto. Sales a la calle y la dejas en el botadero de basura, vuelves a casa, limpias todo lo que se debe limpiar, te sirves un chocolate como a ella le gustaba y sientes que tu estómago y tu mente se han calmado.

martes, 11 de marzo de 2014

Pienso...

"Poesía Vertical I

Pienso que en este momento
tal vez nadie en el universo piensa en mí, 
que solo yo me pienso, 
y si ahora muriese, 
nadie, ni yo, me pensaría. 

Y aquí empieza el abismo, 
como cuando me duermo. 
Soy mi propio sostén y me lo quito. 
Contribuyo a tapizar de ausencia todo. 

Tal vez sea por esto
que pensar en un hombre
se parece a salvarlo. " 
Juarroz


Blog 0.5

Se sienta frente al computador, lleva pijama de rayas negras con lunas en los pezones y un sol en donde se supone va el ombligo, toma aire y lo retiene en el vientre, abre la página de inicio de Blogger y con un parpadeo lento, quizás con una leve intención de cerrar los ojos y no abrirlos observa las nuevas entradas de los 27,5 blog's que sigue. 

Son 27,5 porque hay un blog que sigue a escondidas, que no lo dice abiertamente, lo lee en las noches, sólo en las noches. Se pasa el día repitiendo las frases o recordando los colores de la última fotografía, mientras hay sol vive pensando en lo leído la noche anterior, vive pensando en lo que nuevo que podrá leer en la noche, vive pensando en la vida del otro, de esa persona que escribe, sin forma pero con sombra, sin voz pero con habla, sin conocerla pero sabiendo de ella todo lo que ella ha dejado saber de sí misma.

Los otros 27 blog's no importan de a mucho a diario, quizás encuentre en ellos una buena entrada, una buena reseña de alguna obra de teatro de alguna parte del mundo, alguna opinión política o algún grito desesperado de soledad de alguno de esos blog's suicidas que tanto inundan la red. Pero este punto cinco es especial, es el único que la hace sentir identificada, que parece ser un diario de ella sin ella ser quién lo escribe, es el blog de alguien que no importa en tanto ese alguien es igual a ella, es ella reflejada en las palabras de alguien. 
Al principio, cuando lo encontró por casualidad mientras buscaba su nombre en Google, se topó con un blog con una entrada con su nombre que describía un día de su vida hace muchas vidas ahora, hace un tiempo cuando ella era distinta siendo la misma, era como leer su pasado por un presente extraño, cargado de otredad. Al principio fue  miedo, un poco sentirse observada por algo o alguien, después sintió algo de morbo, de obseno en los actos del dueño del blog, después descubrió que era mujer porque así lo declaraba en una entrada y se sintió ella, se sintió igual, un reflejo dado en una pantalla. Ahora, cuando llega del trabajo directo al computador, revisa que hay una entrada nueva y se va a la ducha a pensar en lo nuevo que vendrá, busca en su vida momentos heroicos, momentos divertidos, momentos excitantes que puedan ser descritos esta noche. Sabe que publica al medio día, pero ella lo ha vuelto un ritual; salir de la ducha, hacer algo ligero de comida y sentarse empijamada a leer lo que tanto espera. 

"Hoy no fue un buen día, hoy no logré lo que esperaba, hoy me acerqué a lo fatidico, al vacío de lo perdido, de lo que no existe, no se encuentra, hoy no fui más que una sombra de alguien que nunca he sido yo, hoy me he perdido y esta entrada ha sido la única forma de que usted querida lectora pueda hacer el papel de mi vida y me intente encontrar. 

Vivo en la avenida San Cristóbal, estoy desnuda y he escrito esta entrada como única prueba de que no he sido sólo yo la única afectada. Usted, mujer igual que yo pero distinta, usted me conoce como nadie más, usted, la única que ha leído estas entradas a lo largo de este año, usted es la última persona que sabrá de mí.

Vivo en la casa 17 contando desde la esquina sur, reconocerá mi casa por no tener números afuera y una fachada limpia, traslucida en proyecto de caerse. Hoy la vi, sentada afuera de su oficina, se comía una galleta de ajonjolí y lo disfrutaba como si fuera un mangar de esos que nunca hemos probado. Intenté acercarme a su cuerpo, pero mi olor no me agrado para nuestro encuentro ¿Sabe cuanto llevo esperando verla? Pues más de lo que usted sabe. 
Desde el colegio la conozco, desde la universidad la he amado, desde que empezó su trabajo como mesera en el restaurante de Carlos me ha obsesionado ¿Sabe que tengo un diario con su nombre el cual publico todas las noches sólo para usted?

Pero no se trata de historias tristes ni nada de eso. Usted es un amor imposible de esos que se convierte en letras que nadie lee, usted es mi blog y mi promesa de mejor persona, usted fue la última mujer que logré ver este día.
Ahora que sabe dónde vivo y dónde me encuentro desnuda esperando su presencia, ahora le pido que por favor este blog, ya nunca  más lo lea.

Con amor, tu compañera en la clase de español en la que junta expusimos sobre las ventajas de la prosa sobre el verso, allá en el grado tercero."

Ella cierra el blog, apaga el computador y prende el televisor mientras piensa que hace mucho no ve televisión.

sábado, 8 de marzo de 2014

Fiebre

Abres un ojo, el otro se quedó cerrado y tienes la mitad de la perspectiva de la habitación oscura. Al primer intento de respirar consciente tu nariz se quema, la mano derecha al cuello y sientes que arde, te levantas, abres los dos ojos y todo sigue igual de oscuro que en tus sueños. 
Tomar aire por la nariz y evitar abrir la boca, caminas buscando algo que sabes debe estar por ahí, la encuentras después de patearla, el sonido del cristal rodando te dice dónde está. La levantas y un buen sorbo te devuelve la sensación de que tu piel no se ha ido aún, te erizas y sientes los demonios salir de tu boca.

Sales a la sala y prendes el televisor, no hay nada, nunca hay nada, buscas en el computador y sólo de verlo sientes mareo, vuelves a la cama y cierras los ojos, acostado intentas ahogarte en licor y desistes al acabarse la botella. Susurras su nombre y te quedas dormido.

jueves, 6 de marzo de 2014

Momento

Escuchar mientras se lee Moment of surrender 

Ella estaba convencida de amarlo aunque no lo conociera, lo observaba por las calles de un espacio limitado caminar como un ser humano con algo de normal, con algo de particular que lo hizo sobresalir entre multitudes de humanos normales de la misma ciudadela limitada.


Ella lo amaba pero no esperaba nada de él. Ella consiguió un nuevo querer y siguió su camino.

Un día cuando ella estaba sola y él se reafirmaba en su soledad (de esas soledades que hacen que cualquier persona a su alrededor se sienta insignificante), chocaron sus cuerpos con la intención de sentir algo, ella lo amó, él la conoció, supo de ella, del sabor de su sudor, del olor de su sexo, de la presión que ella usaba en los dedos a la hora de abrazar su cuerpo.

Ella no esperaba nada de él y decidió volver a su querer, él después de conocerla quería acercarse a ella, pero ella ya se había confundido con la multitud de humanos de la limitada ciudadela.

Ella siguió, él se quedó sentado en el suelo pensando en su derrota, en el dolor que ello le provocaba, en el dolor que no se lograba ocultar, en la multitud de personas que pasaron por su lado y nunca supieron de él.

Él se quedó sentado en el lugar donde se rindió.

miércoles, 5 de marzo de 2014

5

Todo empieza con una canción de Pink Floyd, una pequeña tos que no se escucha bien y subirle el volumen para escucharla, caminar al balcón y encender el último cigarrillo que queda de la cajetilla comprada hace un día.

Hace un frío ni el más ijueputa en Cali, el viento se conserva con un cierto tufo de hielo al momento del tacto, mi piel se eriza y luego se eriza por erizarse. Llevo dos horas con las mismas hojas que hablan sobre el pasado y el pasado me habla de los muertos y los muertos me hablan como si existieran, como si aquello que han dejado como rastro fuera real, como si el pasado fuera a lo único que me puedo aferrar, en lo único que puedo creer.

Me encierro en dos inseguridades que se desarrollaron a lo largo del día por medio de la experiencia del pasado (real) y la presunción de aquello que sucede en el presente (imaginación). Aspiro el cigarrillo casi como suplica de que limpie mis pulmones y me encierro en un nuevo cuarto de certezas que se construyen bajo la duda, si dudas de algo no es verdad me susurra mi sombra en el oído y me dejo llevar por la guitarra de Roger Waters.

Empiezo a recordar que mi sombra últimamente me ha abandonado cuando tengo que cruzar avenidas en medio de los carros, que me empujó esta noche cuando a dos cuadras de mi casa (que no es mi casa, pero es lo más cerca a un hogar que he llegado a tener en la vida), mi cuerpo se paralizó y se quedó esperando que la camioneta blanca que aceleraba en curva, me hiciera el favor de llevarme por delante. 

Desconfío de mi sombra.

What have we found? me pregunta Roger y no sé como responder que no había nada que encontrar; que aquello que nos propusimos como meta hace tanto tiempo no era más que la ilusión de unos jóvenes que ya no existen más, que la vida se encargó de llevarnos a la muerte de formas tan variadas que hace creer en un juego maléfico en nuestra contra, que no hay nada que pretender, que retener, que valorar, que recordar, que sentir, que olvidar, que recordar, que fumar, que beber y que esta noche un bourbon, un cigarrillo o un abrazo me podrían salvar la vida.


Un trago profundo de agua y vuelvo a leer, después de una guitarra triste viene una imagen que no esperaba encontrar, ella es blanca con el cabello hasta los hombros, lleva una camisa con un mensaje en burla de los que consumen marihuana, lleva unos zapatos azules de puntos azul oscuro, lleva gafas azules y una pulsera de un festival de cine, lleva una sonrisa y marcas que hace mucho no veía. Se acerca y me abraza, el frío se va, el olor a cigarrillo desaparece, la sed cesa, la desesperación de las decisiones ajenas que nada tienen que ver conmigo se pierde entre certezas propias, la angustia muere y la canción termina.

Abro los ojos, me he quedado dormido en el balcón, han pasado dos minutos y siento que no he dormido en días. Como un anciano que necesita ayuda para poder respirar y levantarse del suelo al mismo tiempo me levanto, me quito un par de lágrimas que se han fugado de mis ojos. 
Me siento en el computador con la mirada misma que hace mucho aprendí a ocultar, hago repetir la última canción y me pregunto si mañana tendré el valor de detenerme en la autopista justo frente al auto más grande jamás visto...digo...sólo por si las dudas.

martes, 4 de marzo de 2014

El cordón del zapato


De Charles Bukowski

"Una mujer, una rueda
ponchada, una
enfermedad, un deseo; temores ante ti,
temores que puedes estudiar
como las piezas de un
tablero de ajedrez...
no son las cosas importantes las que
llevan a un hombre al
manicomio. Estate preparado para la muerte o para
el asesinato, el incesto, el robo, el incendio,
la inundación.
No, es la serie continua de pequeñas tragedias
lo que lleva a un hombre al
manicomio...
no es la muerte de su amor
sino el cordón de su zapato que se rompe cuando tiene prisa.

El horror de la vida.
es ese enjambre de trivialidades
lo que puede matar más deprisa que el cáncer
y siempre están ahí:
la matrícula del automóvil o los impuestos
o la licencia para conducir vencida
o los contratos o los despidos,
hacerlo tú o que te lo hagan, o
el estreñimiento
o las multas por exceso de velocidad,
polillas o grillos o ratitas o termitas o
cucarachas o moscas y
la tela metálica que se
ha roto,
o pasarse
o no llegar,
o el lavamanos tapado o la casera borracha,
al presidente no le importa y el gobernador
está loco.
El interruptor de la luz roto, o el colchón como
un puerco espín,
105 dólares por la puesta a punto, el carburador y la bomba de
gasolina en Sears Roebuck,
y el recibo del teléfono que sube y la Bolsa
que baja
y la cadena del baño que se ha
roto
y la instalación de la luz que se ha quemado,
la luz de la entrada, la luz del frente, la luz de atrás,
la luz del interior; está más
oscuro que el infierno y
es el doble de caro.
y además siempre hay ladillas y uñas que se encarnan
y gente que insiste que son
amigos tuyos;
siempre hay eso y cosas peores:
grifos que gotean, Cristo y la Navidad,
el salami azul, 9 días de lluvia,
50 centavos de aguacates
y embutido de hígado
morado.

O meterse
de camarera en Norm's con turno doble,
o de vaciador de
orinales,
o de lavacoches o de pinche de cocina
o de ladrón de bolsos de ancianas
que las deja gritando en la acera
con un brazo roto a la edad de
80 años.

De pronto 2 luces rojas en tu espejo retrovisor
y sangre en
la ropa interior;
dolor de muelas y 979 dólares por un puente
o 300 dólares por una muela
de oro,
y China y Rusia y Estados Unidos y
pelo largo y pelo corto y nada de
pelo y barba y sin rostro,
y muchos papeles de liar pero ninguna
hierba excepto tal vez la del jardín.

Con cada cordón de zapato que se rompe
de entre cien cordones de zapato que se rompen,
un hombre o una mujer o una
cosa
va a parar al
manicomio.

Así que ten cuidado
al agacharte."