viernes, 15 de mayo de 2015

El almuerzo

-¡Graciela! Grita Alicia mientras se asoma por el portón de la casa, -¡Aquí estoy! Responde Graciela desde el patio, donde ha estado toda la mañana intentando arrancar la mugre de la grasa que se le queda en la ropa a Gilberto.

Alicia entra con confianza a la casa, la ha visitado más de una vez, son vecinas desde hace 15 años y, en el caso de Graciela, es amante del marido de Alicia desde hace 12.

-Mija ¿Qué estás cocinando que huele tan rico? Dice Alicia mientras entra a la cocina, un poco desviada de su camino, "Ah! Ya veo, son blanquillos"; exclama mientras levanta la tapa de la olla donde estos se encuentran.
-Sí mija, hoy le hice blanquillos a la niña, Dice Graciela pensando en la grasa de la camisa hace unos años blanca de su hace muchos años más, mal marido. 

"Bueno mija, no te molesto más"; dice Alicia mientras emprende camino a la salida.
Graciela sigue luchando contra la grasa.

Al medio día, Silvana, la hija de Graciela entró por el portón saltando en un pie,como si estuviera jugando una rayuela imaginaria que se movía sobre el concreto a medida que Silvana avanzaba.

-¡Amá! ¿Qué hay de almuerzo? Grita Silvana dejando el maletín sobre la cama y buscando el olor de comida en la cocina. En este punto, Graciela que ahora ve en el noticiero, cómo un grupo de hinchas de fútbol violaron a un par de mujeres que al parecer, trabajaban en un almacén donde se vende ropa deportiva, no se había percatado de la visita de Alicia a su cocina.
-Mija, ahí hay blanquillos; dice Graciela pensando en Carlitos, el niño que ahora tiene tatuado el escudo del equipo de la ciudad en el pecho que vive mostrando cuando anda por la calle sin camisa. 

Cuando silvana se dispone a servir un plato lleno de blanquillos, su plato preferido después de la carne asada, siente que su madre llega de improvisto a la cocina, le quita el plato y devuelve los blanquillos a la olla, -Dejá ahí mijita que te voy a preparar un buen pedazo de carne asada, esos blanquillos mejor para más tarde ¿sí? Dice la madre con cara de preocupada que no espera respuesta de la hija para sacarla de la cocina.

Nadie comió blanquillos.

Llegando el final de la tarde, Graciela llama a Silvana y le muestra, como, dentro de la olla de los blanquillos, ahora residen unos gusanos blancos de unos diez centímetros, que se mueven lentamente sobre el guiso, todos tiene de cabeza el blanquillo  que hasta hace unas horas, era el almuerzo familiar.

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