Después de 6 años
Te
cuento que después de volver de Bogotá, me senté afuera de una
biblioteca y hablé de vos con alguien que ya no está. Siempre decías que
tengo el vicio de estar con lo que no estará. Después de eso me mudé,
cambie el color de la sombra y aunque con el tiempo intenté andar del
color que siempre viste en mí, con los días una mujer me lo arrebató y
lo escondió en sus ojos. Lo usó como mezcla, ya que era rubia y con mi
azul, sus ojos se convirtieron en verde. Después de descolorarme se fue a
dejar un poquito de mí en otros.
Con el paso de los días
empecé a olvidar cosas, muchas de ellas relacionadas con mi padre, con
mi niñez, con los amigos que estaban lejos, olvidé hasta la vida de
"Muelitas" el niño abusón del colegio. Todo ha cambiado tanto que ahora
se dice matoneo a lo que usted conoció como charla casual.
Nunca
pude olvidarla, ni siquiera su olor, que de vez en cuando busco entre
las mujeres erguidas y orgullosas que caminan por esta ciudad caliente,
usted sabe que son muy pocas esas mujeres. Entonces empecé a aplicar sus
dichos, sus palabras, sus ideas, hasta cierto momento me volví mordaz
con los otros cada vez que intentaban acercarse. De usted, aprendí a
lastimar con más fuerza a medida que más se acerca.
De los
cactus que usted conoció no queda ninguno, todo se ha ido muerto, pero
usted sabe de eso tanto como yo. De hecho, después de usted se fueron
esas personas que podían llegar a mí, sin quererlo, la naturaleza se
encargo de ir dejando mi corazón como un castillo olvidado, con sus
murallas altas y levantadas pero completamente vacío.
Mi intención no es culparla, es contarme, pensando en usted, qué tan mal me ha ido.
Mi
vida se ha vuelto una habitación llena de macetas vacías, sin tierra,
sin agua, sin vida. Hace unos meses recordé al padre Gómez , el señor
calvo y alto que hizo los procesos mortuorios de tus hijos. Usted
siempre dijo que si no fuera porque mi abuelo era la brisa del mar en la
noche, se habría casado con el padre Gómez. Él siempre decía que todos
eramos polvo, pero se equivocaba. Somos barro. Somos 70% agua y el resto
es tierra. Por eso he empezado a llenar las macetas con algo de mi
tierra, cada día soy menos alto, menos guapo, menos inteligente, menos
audaz, menos alegre, más blue.
Todo es a propósito, con la
intención que al morir, cuando metan los restos de mi cuerpo en una
caja, busquen las materas que estarán llenas de tristezas, de sueños, de
esperanzas, del sonido del teléfono que nunca volvió a sonar, llenas
con los aretes que te quitabas sólo cuando ibas a tomar café, con las
canciones que mi abuelo cantaba en la terraza, con las manos que tantas
vidas acariciaron, hasta el último día que acariciaron mi corazón. Y con
esa tierra, puedan guardarme ahí, al lado de usted.
La
verdad no quería escribir esto, pero lo hago porque me pasé todo el día
sonriendo y haciendo chistes, aguantando toda la mierda que los días
siempre mandan. Soportando los sarcasmos que no son los tuyos, los
chistes pesados sobre mí que no salen de usted, los insultos que quizás
me debiste decir, en vez de mirarme con esa mirada de ojos multicolores
que siempre tenías en las tardes cuando el sol amenazaba con incendiarlo
todo, mientras susurrabas con una voz alegre y melancólica "mi pequeño
Blue".
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