Anoche, mientras viajaba en el autobús desde el lugar donde enseño, en Spotify empezó a sonar una canción llamada The Mighty Rio Grande de This Will Destroy You. Para los que no la conocen, es un instrumental de 11 minutos que tiene dos crescendos, me dejé llevar por ella.
Justo cuando estaba en el punto máximo del primer crescendo, el bus tomó un pequeño túnel donde se intercepta con el carril opuesto donde venía otro bus, misma ruta, destino contrario. El chófer del bus en el que iba había entrado mal al túnel y estaba invadiendo una parte del otro, así que un accidente podía ocurrir, pero el chófer logró enderezar su ruta y se evitó.
Muchas veces pasan cosas como esas en las que la vida pende de un hilo, de un pequeño error, de un parpadeo, de una respiración que se hace a medias en el momento preciso y nos lleva a la muerte. Es normal tener miedo a la muerte, pero anoche, mientras esa canción subía y subía en sus tonadas, sentí que pude ver con mis sentidos lo bello de la vida, no estoy hablando de una regresión momentánea que me mostró lo que he vivido, no, hablo de haber sentido lo bello de lo que me rodeaba en ese instante; la pareja de amigas que hablaban de sus clases en un lugar donde enseñan a ser paramédicos, de la chica sola de blusa salmón que miraba el celular esperando una respuesta desde el otro lado, del chófer que acababa de corregir un pequeño error en su trabajo, de los chicos que estaban fumando marihuana bajo uno de los dos árboles de metal que hay en la ciudad, de los locales que al otro lado estaban cerrando después de un día entero de tatuar, vender licor y lavar ropa ajena, del chico que se reflejaba en la ventana de al lado con ojeras y una expresión seria y relajada al mismo tiempo.
Y no sentí miedo de morir.
No significa que quisiera morir, sólo sentí que si moría en ese instante, no habría nada malo en ello, sentí que mi vida era bella así tal como se presentaba y que morir alrededor de cosas tan bellas como las vidas que me rodeaban, no era malo, era un buen final.
Al salir del túnel, el autobús paró en una estación, nadie además del chófer y yo nos habíamos percatado que la vida de muchos estuvo en juego por unos pocos centímetros. Empezó el segundo crescendo de la canción y la ruta continuó.
Me dejé llevar por la canción de nuevo.
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