Hay una mosca pequeña que se golpea una y otra vez contra la ventana atrás del hombre con bata blanca, pelo grasoso y manos grandes cruzadas. Quisiera escuchar lo que me dice pero prefiero enfocar mi mente en ese insecto.
La respiración se ha hecho pesada en los últimos meses, hoy hace 5 meses exactos, ella me dejó. Me desperté un día y ella se había ido, abusando de mi sueño profundo después de coger, alistó su maleta café que siempre le gustó por las figuras precolombinas que lo adornan, metió toda su ropa y el cenicero que siempre odié. Quizás la maleta ya estaba hecha desde mucho antes, mientras estaba sobre mí cuerpo no pensaba en mis movimientos ni en su cara de placer fingido, pensaba en su maleta ya hecha, en sus toallas azules que también se llevó, regalo de alguien a quién no recuerdo y que ella siempre nombraba en los momentos cuando sabía que no la escuchaba. Quizás la maleta estaba en su auto cuando llegué del trabajo y sólo esperaba que me durmiera, me folló por los viejos tiempos como si fuera una despedida.
5 meses después de la mañana que desperté solo, tengo al frente un médico que no es tan médico, que ha pasado la mitad de su vida leyendo libros y la otra ignorando personas, me habla de un procedimiento y esa es la palabra que logro retener, los tecnicismo de un médico son similares a los de un plomero o electricista. No sé qué harán conmigo pero al parecer es grave, la cara del médico es seria y busca darme consuelo hablando de porcentajes, firmo los papeles que debo firmar, me levanto no sin antes buscar a la mosca.
Está muerta en el borde de la ventana.
Ella se fue y mi vida se volvió una mierda. Me deprimí, enfermé, duré varios días sin salir y sólo pensaba en su culo redondo que ya empezaba a caerse, en sus tetas paradas en las mañanas y caídas en las noches, en su mirada aburrida y caminar cansado.
Sé que no era perfecta, pero yo estoy enfermo a punto de entrar en una cirugía y sólo quiero su compañía.
Antes de iniciar el procedimiento, el médico en forma de broma me pregunta algo a lo que respondo que me quiero morir, el médico sonríe y la anestesia hace efecto.
Soy una mujer de pelo rubio teñido sobre un campo de flores secas, alrededor vuelan pájaros blancos que suenan como camiones en procesión. Mi cuerpo se estremece por el ruido que retumba mis oídos, siento mis ojos a estallar y grito tan duro que puedo escuchar los rostros de las aves-camiones mirar fijamente mi cabello. El mundo se mueve y estoy en un pasillo de madera, con cada paso que doy el suelo suena como el crujir de huesos al romperse, me siento mareado y quiero vomitar pero algo me lo impide. Empiezo a correr pero el sonido de los huesos se siente en mi piel.
El cuerpo está pesado y a mi lado está ella, la que se fue con el cenicero y las toallas azules que siempre usé para limpiar mis pies. Aún soy una mujer rubia, me lo dice el hombre de bata blanca que entró a la habitación y me mira con deseo, sigo con nauseas y la intento tocar pero su piel es dura como una muñeca de cera, sus ojos no brillan, el cuerpo congelado sobre un sofá mirando a la nada me hace sentir al lado de un muerto, o como los muertos se deben sentir al lado de un vivo, no lo sé. El hombre de bata vuelve a entrar y noto que las paredes son azules pero se mueven como olas del mar. Nada es estable y la mano del hombre de blanco me toca un pecho gigantesco que me sorprende poseer. Escucho niños jugando en una playa y el sonido del mar entra por un oído mientras mis manos impotentes intentan evitar el manoseo de aquel hombre, me entristece todo y mi corazón llora en mis manos, me entristece todo y todo se vuelve negro y todo se llena de luz y mis ojos llorando se abren suavemente en una clínica.
Al fondo suena Alive de Pearl Jam y supongo que alguna enfermera no ha superado su etapa rockera. miro al rededor y estoy solo en una habitación de paredes beige, soy el mismo hombre que ha dormido en los últimos días, nadie vino a visitarme y sólo el médico del pelo grasoso ha entrado en esta habitación. Al parecer el procedimiento fue un éxito y estuve despierto desde hace un par de días, pero no lo recuerdo.
Estoy solo, desnudo bajo una cobija que la enfermera fan de Pearl Jam me ha traído, es bella como sólo las enfermeras saber serlo. Mi pecho tiene 15 centímetros de cicatriz y ya no duele respirar como hace 4 meses, pienso en ella y en el cenicero, pienso que hace una semana hubiera preferido morir durante el procedimiento.
Sin saberlo pero con nostalgia, empiezo a llorar.