miércoles, 21 de abril de 2021

Odio

 Odio los días de calor, esos en los cuales el sol sale a las 6 y no se va hasta justo las 7pm, donde la humedad recogida en la madrugada es un pequeño vapor que desaparece de las calles antes del desayuno, odio esos días en los que me toca pasar toda la noche con frío por culpa de la lluvia leve de la madrugada y luego debo intentar dormir sobre una cama que hace de asador. 

Odio las peleas, en especial cuando son esposos los que discuten; ellos intentando humillar y ellas intentando atacar el ego, que el dinero esto, que el tiempo lo otro, que el amor esto y que los niños lo otro. En el piso de arriba vive una pareja que haría mejor en separarse o matarse, cualquiera de las dos opciones haría feliz a este pobre imbécil que resulté siendo.

Recuerdo cuando mis padres discutían, al final todo se saldó en tablas cuando mi madre huyó de la casa y mi padre la encontró, fue en los 80s, estaba en una casa de paso, esperó afuera del lugar y cuando ella salía al mercado la alcanzó, le pidió perdón y al ver su negativa le pegó 3 puñaladas. Me gusta pensar que fueron 3 por los días que duraron amándose, casi 15 años de matrimonio que resultaron en una mujer desangrándose en la calle y un hombre ahorcado en su casa al ritmo de Gardel. No fue gran noticia, como dije, fue en los ochentas. 

Acaban de mover una silla en el piso de arriba, siguen discutiendo mientras escucho en el fondo los sollozos de Isabelita, la hija. 

Ah, Isabel Cifuentes se llama, sólo 14 años pero tiene una mirada de mujer que me remueve la entrepierna, siempre he querido tenerla, yo sé que ella me mira con deseo, sabe que soy peligroso porque sus padres me temen; cuando nos encontramos en el ascensor ellos siempre ponen esa cara de saber lo que yo soy, pero ni se lo imaginan. Mientras ella, toda linda con su vestido amarillo que de sólo recordarla me pone duro ¡mamacita! quisiera romperla bien rico mientras me pide que no más...Pero ni modo, son los vecinos y no puedo ir llamando la atención, por lo menos no desde que hubo tanto revuelo por la vieja esa que encontraron atada y desnuda en la montaña. 

Je! Recuerdo al patrón preguntando si fuimos nosotros ¡Pobre güevón! Pues claro que fuimos nosotros, esa malparida sólo nos miraba feo en el restaurante, al parecer no éramos de su clase y se creía mucho, pero hubieran visto cuando estaba empotrada, pobrecita, llorando y diciendo que nos iba a dar plata, como si fuéramos unos desechables. 

¡Agh! Se me arruina la mañana con este hijueputa calor y esos hijueputas gritándose ¿No ven que la vida es muy corta para andar alimentando el odio? necesitan una buena lección sobre la vida para que dejen de chimbiar tanto la mía. 

Ahora le dio por sonar a ese malparido teléfono...

Al parecer van a quebrar al patrón hoy y toca perderse un tiempo, así que adiós casita clase alta, no me serviste de nada, ni viejas traje a esta mierda de apartamento, ojalá hubiera traído a Isabelita ¡Ufff! lo que no le hubiera hecho a ese culito chiquito y rosadito. Bueno, ni modo, empacar y largarse será...

Ahora que me voy puedo ir a buscar a Isabelita, quién quita que esas teticas quieran algo bien rico ¿no?

Pensaba llevar mi glock pero el ruido llamaría mucho la atención, los gritos de la pelea no han terminado y seguro que todo el edificio está pendiente de algún grito diferente para llamar a la policía y tener permiso para chismosear a puerta abierta. Decidí subir por las escaleras con una de las navajas que me regaló el Charles el día de la vieja empalada, pobrecita ella. 

Toco la puerta y me abre un hombre de estatura media con lágrimas en la cara y los ojos rojos, tiene la vena brotada en la frente y el cuello, tiene una mirada de sorpresa y de cansancio, como si esperara que en algún punto los gritos, el llanto y la frustración de tener a quien amas al frente se esfumaran como por arte de magia, yo, que hoy hago mi papel de mago, lo empujo con la mano izquierda mientras saco la navaja con la derecha, cae al piso y antes de que la esposa pueda hacer el primer grito de ayuda o auxilio o sorpresa, me lanzo contra ella y de un tajo, hago un corte semiprofundo en su cuello, "mierda" pienso cuando veo salir el primer chorro de sangre contra mi camisa, yo que quería verme limpio para Isabelita. 

El hombre está en shock, no sabe cómo reaccionar y me ve caminar en su dirección mientras decido dónde dar la punzada, veo que tiene el pecho descubierto y sus manos no se mueven ¿Por qué será que los hombres que pelean con sus esposas son tan cobardes? Le apuñalo 3 veces en el pecho y entiendo porqué son sólo 3, la navaja pierde filo después del tercer lance. 

El silencio reina por fin en el edificio, camino intentando no pisar los charcos que se van formando entre dos cuerpos que se han quedado postrados mirándose fijamente mientras la vida se les va, todo muy romántico si me preguntan. 

Camino por el pasillo y el apartamento es exactamente igual al mío, sólo que lleno de fotos, de recuerdos, de ornamentos innecesarios para una vida de mierda como la que ellos llevaban ¿Cuánto habrá costado ese adorno de piedras de río que está sobre la mesa bajo el espejo con marco dorado? ¿Pensarán en él ahora mientras sienten un líquido caliente salir de sus cuerpos fríos? 

En la tercera puerta está el letrero con adornos "Isabela", no me gusta, creo que Isabelita suena mejor. Entro a la habitación y no está, busco pensando que se ha escondido en algún rincón y encuentro su ropa interior sucia, huele rico, como a virginidad con cocaína.

Ella no está en el apartamento, debió salir a algo y no debe de demorar, estoy seguro, igual tengo tiempo, pobre patrón que hoy lo van a matar y quizás grite mi nombre y el de Charles y el de su mujer y sepa que no está ninguno, que todos sabíamos lo que estaba pasando, pero ni modo, así son estos negocios, yo sé que algún día el Charles me llevará por una carretera de mierda cerca a algún río y me pegará mis tres puñaladas y me verá morir y lo veré vivir y en ese instante, quiero recordar el culo de Isabelita y sus teticas y sus gemidos y el olor de su cuerpo.

Decido esperar, ella no debe demorar, me siento en el sofá a espera del timbre o que se mueva la cerradura, ojalá no le incomoden los cuerpos de sus padres tirados ni el calor de esta ciudad de mierda ¡Agh! Odio los días de calor. 






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