Miro al cielo y bajo las nubes azules un águila vuela buscando un ave para comer, cierro los ojos y salgo.
El ronroneo del aire acondicionado, la tos del hombre de al lado y mis ojos escondidos en gafas que leen páginas de un libro que habla de la sangre y de la guerra que tuvimos antes de las sangre y de las guerras que tenemos hoy por hoy. Miro el cielo y al fondo el paisaje se torna gris -"Va a llover"; me dice el hombre de la tos con su camisa blanca que brilla con el sol del medio día.
Me bajo en una estación, camino por un túnel y pregunto sobre la ruta que me llevará a mi destino, me subo en un bus verde me siento y abro la página, a mi lado, una negra enorme en un vestido fucsia que deja poca piel oscura cubierta, sus poros son grandes, sus manos son grandes con la palma de la mano blanca y los dientes amarillos, me estremece y atrae su figura, hace mucho no veía una mujer como ella.
Se sube una mujer de pantalón verde y le doy mi puesto, lleva una niña de un año, quizás, entre sus brazos y su hombro la nena duerme y ella me agradece la acción intentando ver mis ojos que las gafas ocultan. Yo sé quién es ella, hace unos años me topé con ella a la salida de la casa de un amigo, ella era hermosa de pelo crespo y ojos verdes, de piernas largas y labios gruesos, de nombre que he olvidado, pero las tardes con ella sentados sobre el letrero de entrada a su barrio mirando como el atardecer se convertía en juegos de colores no se han borrado...no del todo.
Ella se queda mirando mi rostro que es el mismo de aquella vez, con un par de marcas de más, no me reconoce y puedo seguir tranquilo, lo último que quería era hablar con alguien que me conociera, mi viaje era con la intención de disfrutar del paisaje citadino un día de ciudadanos, no era el buscar compañía entre la neo madre de 21 años que alguna vez besé bajo el atardecer caleño.
Me bajo y con una sonrisa me despido de ese amor de tarde caleña, hago lo que debo hacer y vuelvo a salir.
Estoy en un bus de nuevo y el camino es a mi casa de nuevo y tomo el bus que no es y el camino será más largo de lo deseado. Voy por una carretera llena de zonas verdes, con gente pobre viviendo al otro lado de un túnel de mierda, está el cementerio de carros muertos, el lugar cerrado promesa de bailaderos nocturnos donde la coca, el amor y el deseo prometen placer cada noche de fin de semana.
Estoy en un bus con un ruido de aire acondicionado pienso en todo lo que he vivido allá, en ese espacio que siempre fue extraño para mí; sus carros viejos o nuevos con música a todo volumen, sus mujeres de poca ropa, mucho deseo y diminutas ideas, sus hombres de grandes sueños, poca motivación y sin medios, de personas extrañas para sí mismas, que navegan entre esperanzas y lubricaciones que llenan sus piernas, entre colores, tantos colores de ese lugar que cualquier drogado con ácido puede encontrar el nirvana entre una panadería y una peluquería, porque sí algo hay allá es que todos viven bajo la sombra de un local donde sostiene la familia precoz de esperanzas precoces que mueren a la primer menstruación que no llega por culpa del primer beso sin condón que se dan con el primer hombre-niño que las encantó con sus esperanzas precoces como su sexo.
Miro al cielo y el bus sale de la terminal, el viaje de regreso a mi hogar ha empezado y pienso en ella con su hija de un año que babea el hombre mientras ella camina con propiedad y el espaldar jorobado, en mis amigos que se fueron muriendo entre embarazos, amores, puñaladas robadas y balas mensajeras enviadas que se han perdido hasta que una noche cualquiera aparecieron en el pecho de un receptor no deseado, las historias del vigilante de la calle que siempre tenía cigarrillos para compartir, historias con las cuales podía mentir sobre un pasado tan triste que se veía en sus ojeras, sus anhelos para sus hijos que tan bien supieron fracasar al primer intento.
Los besos que no me dieron, los sexos a los que me negué, las fiestas de cumpleaños a las que asistí donde música extravagante bailé, mujeres extravagantes conocí y de tristezas profundas escapé, pensé en toda la sangre que he dejado en ese lugar desde el día en que corrí por culpa de un militar que de un taxi se bajó a disparar hasta aquella noche en que a la chica de ojos verdes y piernas largas la conocí hasta la profundidad, pero en especial de aquel lugar hay algo que nunca podré olvidar...
-Parece que va a llover; me dice una mujer sentada a mi lado. Sonrío y vuelvo a ver el cielo, el sol se oculta sobre una capa de nubes y una avioneta pasa sobre nosotros lentamente, el bus gira y me pregunto ¿En qué estaba pensando?
No hay comentarios:
Publicar un comentario