-Hola hijo ¿Cómo te va?
-Bien madre ¿Y a vos?
-Bien hijo...
Silencio.
-¿Ya cenaste? ¿Te estás alimentando bien?
-Claro madre, todos los días me hago el almuerzo y desayuno, normalmente ceno por afuera.
-Ah, qué bueno...
Silencio.
-Madre
-Dime hijo
-Yo sé que no tenemos una buena relación, sé que siempre fuimos distantes y que la soledad de los dos nos mantuvo alejados por un vacío gigante. Pero también sé que te amo y que mucho de lo que soy es por vos, gracias a vos hoy soy una buena persona, perdón por todo lo malo y por no saber cómo acercarme más a vos.
Silencio.
-Hijo, gracias, también te amo y sabes que en mis brazos siempre encontrarás un hogar. Te amo.
La realidad es que nuestras conversaciones nunca superaron el segundo silencio, hasta hoy en día, no nos compartimos más de veinte palabras por conversación, si es que se le puede llamar así.
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