Un fuerte impulso y con mis alas a todo vapor logré que la crisálida se rompiera lo suficiente para que mis antenas en forma de hojas se asomarán empezara mi primer sensación real, de la vida real.
Con un poco más de fuerza saqué mi delgado cuerpo de ese lugar ya seco que durante unos días-semanas-meses- me tuvo sentado, acorrucado, sentado de forma derecha, jorobado y hasta en cierto punto con mi lengua sobre mis genitales, lo cual no me gustó mucho.
Ventea y el sol está a su punto, son las 6 de la mañana en horas humanas y mis pies se posan sobre una orquídea y con mi lengua empiezo a absorber lo que necesito para lograr el amor de alguien que ojalá esté más veterana que yo en esto del amor.
A eso de las 9 de la mañana en horas humanas me topo con una mariposa que según sienten mis antenas es de mi misma especie, me acerco y ella me mira con recelo, le lamo uno de los colores rojizos de sus alas y siente una pequeña pelusa que las cubre.Entendí que nuestro sabor es un poco agrio en nuestras alas, entendí que a las mariposas hembras no les gusta que les laman las alas porque al parecer eso impide que su vuelo sea cómodo, entendí que para ser una mariposa macho, soy muy romántico.
Ella se fue mal volando con su mirada puesta en el próximo objetivo alimenticio mientras mi ego de mariposa macho se quedó resentido por sus negativas a mis ganas efervescentes de estar con ella, uno con el otro entregando todo nuestro néctar, amor y genes a una generación futura. Seguí mi camino por entre este paraíso floral donde existían millones de mariposas que al igual que yo jugaban a volar, comer, aparearse y las más existencialista a golpearse contra un cristal que nos reflejaba.
Cuando llegué a una flor muy rosada para mi gusto pero llena hasta el tallo de néctar, pude constatar a un par de mariposas esquizofrenicas que se negaban a llenarse de alimento, no querían comer por miedo a tener ganas de aparearse y no querían aparearse supongo por miedo a ser rechazados. Pero yo, que bien supe acercarme, lamer e intentar apareare con ella, la mariposa de mi misma especie con alas rojas, y ser rechazado con un movimiento de antenas y de lengua mostrando desgano por mis acciones, yo que soy la mariposa más joven del lugar junto con otras 157 mariposas que nacieron al mismo tiempo, yo que soy un romántico, no podía quedarme con el estómago vacío mientras al otro lado de la flor o del jardín o del mundo, me esperaba la mariposa de mis sueños, enamoradiza, joven como yo pero experta en el amor.
Me llené hasta que me sentí pesado para volar, en la parte alta de un cactus decidí sentarme a esperar el sol se fuera apagando, cuando de pronto una mariposa que iba mal volando, con sus antenas en forma de hojas y alas rojizas se me acercó, me lamió la ala rojiza igual que la suya y sin dejarme decir ni medio poema de esos que a veces los hombres de guantes blancos recitan mientras nos daban de comer allá en la incubadora de gusanos.
Se hizo detrás mío y nos penetramos de una forma tan suave y delicada que estoy seguro que ella era una experta en el amor, me alegré y lo hice -el amor- con toda la pasión que el néctar me permitió y ahí mientras el sol se ponía en el oriente -no debería explicarles que ustedes, los humanos tienen mal los nombres de los puntos cardinales y nuestro oriente es el occidente suyo y el occidente suyo es el norte nuestro-. Al terminar tal acto de amor profundo, mi aire se agotó y mis antenas se cayeron, ella se fue volando con la misma mirada que me hizo cuando la lamí y yo me quedé en medio del cactus con el sol apagado y mis ganas de vivir muertas.
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