Todo empieza con una canción de Pink Floyd, una pequeña tos que no se escucha bien y subirle el volumen para escucharla, caminar al balcón y encender el último cigarrillo que queda de la cajetilla comprada hace un día.
Hace un frío ni el más ijueputa en Cali, el viento se conserva con un cierto tufo de hielo al momento del tacto, mi piel se eriza y luego se eriza por erizarse. Llevo dos horas con las mismas hojas que hablan sobre el pasado y el pasado me habla de los muertos y los muertos me hablan como si existieran, como si aquello que han dejado como rastro fuera real, como si el pasado fuera a lo único que me puedo aferrar, en lo único que puedo creer.
Me encierro en dos inseguridades que se desarrollaron a lo largo del día por medio de la experiencia del pasado (real) y la presunción de aquello que sucede en el presente (imaginación). Aspiro el cigarrillo casi como suplica de que limpie mis pulmones y me encierro en un nuevo cuarto de certezas que se construyen bajo la duda, si dudas de algo no es verdad me susurra mi sombra en el oído y me dejo llevar por la guitarra de Roger Waters.
Empiezo a recordar que mi sombra últimamente me ha abandonado cuando tengo que cruzar avenidas en medio de los carros, que me empujó esta noche cuando a dos cuadras de mi casa (que no es mi casa, pero es lo más cerca a un hogar que he llegado a tener en la vida), mi cuerpo se paralizó y se quedó esperando que la camioneta blanca que aceleraba en curva, me hiciera el favor de llevarme por delante.
Desconfío de mi sombra.
What have we found? me pregunta Roger y no sé como responder que no había nada que encontrar; que aquello que nos propusimos como meta hace tanto tiempo no era más que la ilusión de unos jóvenes que ya no existen más, que la vida se encargó de llevarnos a la muerte de formas tan variadas que hace creer en un juego maléfico en nuestra contra, que no hay nada que pretender, que retener, que valorar, que recordar, que sentir, que olvidar, que recordar, que fumar, que beber y que esta noche un bourbon, un cigarrillo o un abrazo me podrían salvar la vida.
Un trago profundo de agua y vuelvo a leer, después de una guitarra triste viene una imagen que no esperaba encontrar, ella es blanca con el cabello hasta los hombros, lleva una camisa con un mensaje en burla de los que consumen marihuana, lleva unos zapatos azules de puntos azul oscuro, lleva gafas azules y una pulsera de un festival de cine, lleva una sonrisa y marcas que hace mucho no veía. Se acerca y me abraza, el frío se va, el olor a cigarrillo desaparece, la sed cesa, la desesperación de las decisiones ajenas que nada tienen que ver conmigo se pierde entre certezas propias, la angustia muere y la canción termina.
Abro los ojos, me he quedado dormido en el balcón, han pasado dos minutos y siento que no he dormido en días. Como un anciano que necesita ayuda para poder respirar y levantarse del suelo al mismo tiempo me levanto, me quito un par de lágrimas que se han fugado de mis ojos.
Me siento en el computador con la mirada misma que hace mucho aprendí a ocultar, hago repetir la última canción y me pregunto si mañana tendré el valor de detenerme en la autopista justo frente al auto más grande jamás visto...digo...sólo por si las dudas.
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