Salgo de la ducha a vestirme, me pongo un jean y una camisa azul, una chaqueta café y me siento en la cama a ponerme los zapatos, medias negra y blanca, cada una en su respectivo lugar y luego un par de zapatos pesados.
Me cepillo y guardo la billetera en mi bolsillo trasero derecho, el celular en el bolsillo delantero derecho y el dinero en el delantero izquierdo, el trasero izquierdo es para la basura del día, recibos de compra, paquetes de frituras vacíos, barcos de papel que hago con la publicidad que me entregan en el camino y cosas así.
El paquete de cigarrillos que sigue intacto en el bolsillo interno del lado izquierdo de la chaqueta y me veo en el espejo, saco una mueca de sonrisa que intentaré sostener sobre cualquier recuerdo que se me cruce en el camino y con una respiración pausada, lenta y profunda empiezo mi camino.
Cierro la puerta con llave, salgo a las escaleras y bajo cinco pisos, el ascensor nunca me ha gustado. Al llegar a la portería saludo al portero de turno y salgo.
Llego a la calle y el aire frío de Bogotá me cierra los pulmones, me achica el corazón y raja los labios.
Cierro la chaqueta y meto mis manos en los bolsillos externos, bajo la mirada y camino jorobado...después de dar tres pasos me pregunto ¿Qué hago esperando un puto as? ¿Qué hago esperando a alguien que nunca dijo que iba a venir?
Cierro la puerta de la calle con llave, me quito la chaqueta y el pantalón, los zapatos y me dejo las medias, prendo el computador y saludo a alguien que por cosas de la vida, empiezo a sentir que siempre (por lo menos para mí), va a estar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario