El día más corto del año, el día más sábado de los sábados del año, un día normal.
Están ellas, buscando compañía ahí donde encuentran cercanías, están sentadas al lado del tipo que aman y piensan en todo lo que se pone en juego con una palabra, en las tristezas ocasionadas y las alegrías tan efímeras por estos días.
Están acostadas en sus camas pensando en como la verdad de ellas vive en conflicto con la mentira que ellos han decidido creer, piensa que debería dormir pero que quizás dormir sea un premio muy grande para sus tristezas.
Están acostadas quizás enojadas por culpa de su confianza en aquello que siempre ha resultado de la misma frustrante manera.
Están leyendo y releyendo lo que sus manos le ha dado como sustento empírico de que en algún momento de aquí a un año estarán entregando currículos a varios sitios donde miraran de reojo su tamaño y su cuerpo.
Están ahí, durmiendo, descansando del sueño que se ha convertido vivir a diario la misma monotonía de todos los años. Están viajando, como pasajeras en trance a través de este mal viaje que tenemos por país.
Están ahí, siendo felices con otra mujer.
Estoy aquí, en una habitación azul con los boxer que tanto querías, con algo de frío y no por el clima, con una conversación imaginada con una pantalla, con tristeza supongo, pero más con lejanía, con mil cosas que mostrarte y un muro inquebrantable por delante, con madurez de los otros y resignación propia. Pero sobre todo con historias y silencios que contarte.
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