jueves, 27 de febrero de 2014

Cavilaciones de la mente después de Morpheus

Llueve pero eso usted ya lo sabe, el agua golpea contra la ventana del cuarto en donde mi cerebro se ha quedado dormido como forma de supervivencia a tanta cosa que quizás lo hubiera llevado al paroxismo de la locura de haberlas enfrentado.

El agua de la lluvia que golpea la ventana se desliza por el cristal, y al final de su camino queda bailando en un borde de plástico, metal y vidrio que es el final de la ventana, ahí, la luz de la luna o una luz callejera, quizás lo u queda de las luces de un edificio que queda cerca para la vista pero lejos para el resto de los sentidos, de un edificio fantasmagórico. 

Esa luz hace que el agua se vea como una pequeña linea amarilla en el borde del cristal, una linea que brilla de forma uniforme que se deforma con cada nueva gota de agua que llega de su camino en la ventana y por un segundo, mientras mi cerebro se despierta me doy cuenta que mi vida y esa linea amarilla que baila que en verdad es gua estancada en un borde diminuto de una ventana cualquiera son muy parecidas.

Verá usted, ambas se transforman con cada gota que cae del camino pasado, pero aunque llegue agua nueva de un pasado ya recorrido la linea no deja de ser linea, aunque brille más una parte que otra, ella no deja de ser una linea brillante, aunque se llene ese pequeño borde y el agua siga su camino para la pared que sostiene la ventana, el camino amarillo no deja de existir. 

Sólo dejamos de existir cuando el edificio fantasmagórico que le daba su color amarillo decidió que ya era hora de pagar la luz, pero aún así, mi vida y la  linea delgada de agua no dejan de estar ahí.

miércoles, 26 de febrero de 2014

Usted me gusta


Texto original de un blog que tuve hace un tiempo, lo rescate y quise subir de nuevo

"Antes de que se confunda, usted no me gusta. ¿Cómo me podría gustar alguien a quién no conozco? Y precisamente por esa falta de gusto me atrevo a escribirle esta declaratoria de gusto. Perdone si no soy muy claro, pero mi mente es como la suya y como la de todos, una rama enredada entre cables eléctricos que produce ideas en desorden y en el caso de cada quién se ordena de forma distinta, pues bueno, mi mente no se aclara tan rápido como quisiera ni tan bien como pienso que es. 

Usted, en su enormidad como ser, me gusta, tanto como me puede gustar cualquier otro ser, pero no de la misma forma. Uno quiere de muchas formas y de muchas formas lo quieren a uno. Ahora usted dirá "Él debe estar loco", pues bien quizás sí lo esté pero lo negaré ya que a todos les gusta decir que viven locos, pero nadie quiere vivir sus consecuencias. Entonces pues sí, me gusta pero no me puede gustar. En especial por la falta de conocimiento mutuo, usted me gusta porque no la conozco y conocerla no hará que me siga gustando ni lo inverso, conocerla sólo me hará reafirmar que las apariencias no engañan o que quizás sí.

Mujer, le escribo para decirle que me gusta, le escribo para decirle que me pierdo en su mirada a la distancia, distancia quizás tan irreal como lo es este papel donde escribo. Le comento de mi gusto por usted sin conocerla con la intención de que usted se fije en mí, o en mi escritura quizás, pero la idea es permanente, de que usted se quede perpleja con su mirada (bien hermosa que sí se ve que es) incrustada en este personaje que juega más a ser ficción que realidad. 

Entonces nos encontramos con mi propuesta que más que propuesta es como una sugerencia un poco cercana al deseo de este chico y es la de una invitación, quizás no hoy ni mañana, quizás el fin de semana que viene o que va, quizás uno de estos días cualquiera en que usted se encuentre con los pies sobre el sofá, la mirada en el techo y las manos en su cabeza, jugando rayuela entre ellas. 

Quizás ese día usted diga "Me acuerdo del loco al que le gusto, pero que no le puedo gustar por no conocerme" y le den deseos de llamarme, buscarme o sólo contar una de las historias de su vida (Yo tengo muchas para usted), y ahí poder hacer feliz a este chico el cual usted puede llamar un pretendiente más, aunque me gustaría que sólo me nombrara Su Futuro."

martes, 25 de febrero de 2014

Tiempo en el ejército

"Maldito tiempo" le escuché decir al comandante entre sus pesadillas las cuales venían una noche antes del combate, siempre era igual y los que estábamos con él desde hace 6 meses nos acostumbramos tanto que a veces hasta compartimos sus sueños terribles. Estaba de pie, haciendo guardia mientras pensaba en el sabor del cigarrillo que tenía en el bolsillo de la chaqueta de camuflaje. En la selva no se fuma, es algo que aprendimos a la fuerza en medio de emboscadas y de ataques sorpresa a media noche en medio de lugares que usted nunca conocerá.

A 5 metros de mi posición se encuentra Willson, es mi amigo desde que en tercero de primaria, sin conocernos y con la nariz ensangrentada por culpa del mismo abusón nos miramos, encontramos valor en la mirada que siempre compartimos y nos abalanzamos contra ese cuerpo grande y gordo hasta que logramos sacarle más de diez dientes con nuestros puños. Ahora él está ahí, mirando el vacío de la selva que nos rodea y pensando en el culo de la india que dejó en el pueblo de donde venimos, pensando en ese culo redondo y parado que se lo debe de estar comiendo alguien más, quizás algún amigo de esos cobardes que dejamos atrás para venir en esta, nuestra aventura real, nuestra incursión en un mundo que nos maravillaba tanto que nos entregamos a él sin pensarlo mucho, juntos, siempre juntos. De eso hace ya un año y 4 meses.

El comandante maldice el tiempo en cada sueño, yo, que sé lo que se viene para nosotros mañana; un aguerrido combate contra un cuerpo de insurgentes mayor en número que nuestras municiones, sé que suena loco pero acaso ¿No se necesita estar loco para armar semejante guerra y alimentarla tantos años con tanta gente? Yo sé que el tiempo no tiene la culpa.

No tiene la culpa de que nuestra posición sea en desventaja ni de las balas que rosaran por nuestros oídos pero que desaparecen al pasar por nosotros, balas que con el pasar de los combates te preguntas si son de verdad y no son un efecto sonoro de la selva. No es culpa del tiempo que dentro de dos horas empiece un combate donde en medio de nuestras ráfagas se escuchen explosiones de sus lanza granadas, que acostado en el suelo mientras algo de tierra sube a mi boca por la vibración del fusil se me arme una sonrisa en el rostro, mire a Willson concentrado en disparar al monte, allá, al enemigo invisible que nos inventamos para justificar nuestra permanencia en este lugar, para poder decir que hacemos algo como país, como humanos, como colombianos. 

No es culpa del tiempo que en un momento cuando el comandante me mande a cubrir el flanco a la izquierda de Willson la granada de un lanza granadas impacte en mi pecho y haga que los restos de mi cuerpo bañé el uniforme de cada uno de mis compañeros que dispararan con más fuerza a unos matorrales lejanos. No es culpa del tiempo de que el comandante le ordene al congelado en el espacio de Willson que recoja lo que encuentre de mí, lo cual se reduce a una mano, la derecha para ser preciso en la cual estará el anillo que la india de culo parado me dio como promesa de escaparse conmigo cuando volviera, aunque le dije a Willson que ese anillo me lo dio mi madre. Y definitivamente no es culpa del tiempo que Willson quede loco, que la india de culo parado se haya casado hace 8 meses con el carnicero que se divorcio por ella hace 10 meses y que Willson quede tan traumatizado por nuestra experiencia en el ejército que nunca más pueda formar tres palabras coherentes con nadie en el mundo, excepto conmigo en los sueños, donde a diferencia del comandante no maldice al tiempo, sólo a la guerra.

domingo, 23 de febrero de 2014

Fiesta

Todo empezó con un sabor a hierro, como si un diente se hubiera golpeado con el viento y algo de sangre pintara la lengua, con la mano derecha me aprieto un poco la vista esperando que al volver abrir los ojos se vaya el sabor a sangre. Al frente hay una puerta gris o quizás café, dentro se oyen ruidos de una fiesta a la que no fui invitado pero igual entraré, adentro estará un hombre estará de guarda de seguridad de colegio privado, con una mirada condescendiente frente a los invitados y a mí me mirará con ira.

Tomo aire y toco la puerta, me abre un hombre alto y dentro hay silencio y oscuridad, me deja entrar y apenas paso el umbral él sale azotando la puerta.
Aquí estoy entonces, al rededor de mi cuerpo con frío bailan ideas sobre el qué hacer con el camino oscuro del frente. Subo unas escaleras que aparecieron mientras caminaba y me encuentro con un viejo amigo ya muerto sentado en el segundo piso, está fumando un cigarrillo de los que nunca le gustó fumar y me cuenta que está ahí tomando un poco de aire, que está cansado de esa noche y que desea volver  a casa, me ofrezco a llevarle pero recuerdo que ya no tengo auto, la grúa se lo ha llevado. 

Subimos a un tercer piso, es una obra en gris y alguien que pasa por ahí me comenta sobre el otro edificio que ya está por terminarse, pero que no tiene el piso aún, por eso la fiesta es en este lugar. Llegamos donde el barman que se parece un poco a mi padre, un poco a mi abuelo, un poco a mí. Y me invita un tequila de cortesía por ser mi primera vez ahí, me lo bebo de un sorbo y el trago por esta noche no me parece tan amargo.

Escucho a alguien hablar fuerte y como todos a su alrededor se ríen, alguien en el oído me dice de la piscina del cuarto piso donde todos nadan desnudos y me invita, pienso que no tengo ropa adecuada para desnudarme.
Por un momento el humo de los cigarrillos ajenos sale por mi boca, las luces rojas del edificio encandelan mis ojos, me siento mareado y las voces fuertes se ríen con fuerza y las bebidas amargas se beben con ligereza, donde la ropa se cae al sentir las intenciones corporales de alguien más, con una mirada sobran los besos y con los besos sobra la respiración y la respiración me parece ahora algo que siempre le ha sobrado a la vida, el movimiento del aire en los pulmones no es más que un castigo que se debe cumplir para vivir y esta noche entre vueltas de miles de ideas que bailan en la oscuridad de una fiesta a la que no fui invitado, me parece tan inservible, tan inútil eso de gastar tus pulmones con el aire que otros escupen por sus culos y sus labios gimientes. 

Siento un golpe eléctrico en el pecho y mi corazón grita, un segundo golpe y veo como mi amigo ya muerto se besa con el barman que parece mi padre y parece mi abuelo y se parece un poco a mí también. Un tercer golpe eléctrico y veo la piscina alejándose con mujeres desnudas con hombres desnudos, con emociones al desnudo y los veo tan felices, tan dichosos que sólo creo que han muerto y ahí en ese segundo lo entiendo todo.

Mis pupilas se contraen y mi boca expulsa unas gotas de sangre en medio de un ataque de tos, intento mover mi cuerpo pero no lo siento, sólo siento una tensión muscular en algún lugar que no logro identificar, un hombre me mira desconcertado y sólo logra decirme sobre un gran choque, sobre un gran golpe y sobre mi suerte de seguir con vida, con la mente un poco nostálgica, un poco sangrante, un poco ahogada en mí, sólo logro decirle que yo no estaba invitado a la fiesta.

viernes, 21 de febrero de 2014

Pole Dance

Se escuchan las voces detrás del telón, su respiración se descontrola y siente que va a hiperventilar como cuando era niña y se escondía bajo la mesa del comedor y el mantel la tapaba de un padre que la buscaba para castigarle. Su piel se despierta y siente un frío tibio que sube por los tacones rosados con lentejuelas.

Un paso adelante al ritmo de una canción que sólo suena en su cabeza, los aplausos de unos cuantos y la voz de un animador que está desde la consola musical le advierten que ya es hora del perfomance. 
Camina como modelo de pasarela y con un impulso de sus muslos sube la primera pierna sobre su cuerpo, se apoya en el poste metálico, frío, liso y delgado que han dejado para su show, las personas enloquecen al ves su cuerpo delgado y torneado subirse sobre la barra vertical, su cabello rubio y liso que cuando niña era crespo y rojo queda colgado como la única parte de su humanidad que sufre por la gravedad.

La música la hace sentir que entra en un juego de giros, de subidas y bajadas, de aplausos de hombres deseosos de ella y niños estupefactos al entrar al lugar y verla ahí, en el furor de su juventud jugando con una barra fría como las sillas de metal de la mesa del comedor donde se podía quedar dormida por horas para sobrevivirse al calor de su ciudad costera.
La música, el olor a whisky, el sonido de las voces que no logra escuchar claramente pero sabe que dicen comentarios mórbidos sobre su cuerpo bien formado, sus senos que brincan al ritmo de los pasos altos de sus piernas, su trasero firme y estable que la noche anterior aquél hombre de cabellera negra lo mordió, la luz que se enfrenta en una batalla contra sus ojos que intentan ver, buscar, encontrar al amor de su vida que aún se niega en aparecer. 

Por un momento ella es feliz.

Dos horas después de su baile, cuando su cuerpo se encuentra frío por el clima de la ciudad y su respiración se encuentra con el viento de la madrugada, cuando se ha despedido de su jefe que le ha soltado unos cuantos billetes bien ganados y un par de alabanzas y propuestas sobre su futuro como esposa de un hombre que a pesar de intentar ocultarlo ya está casado, después de dejar sus tacones de lentejuelas rosados y ponerse unos zapatos indígenas que su hermana le regaló la última vez que fue a visitarla allá en la costa, se encuentra con el hombre de cabellera negra que la espera apoyado en una moto negra, la mira con cierta calidez que le hace su corazón estremecer, ella siente que quizás él sea el que esperaba.

Se acercan y cuando están a la distancia de un beso, siente como una delgada hoja de metal fría como las patas de la mesa de su casa de la infancia se adentra entre su páncreas y su hígado, sale y la vuelve a penetrar un poco más arriba, sale de nuevo y siente como algo cálido sale de su cuerpo, cada vez que el metal frío entra el calor de su interior se desparrama por la ropa del hombre de cabellera negra, por el suelo de concreto frío, por el aire de la madrugada que siempre le llega a sus pulmones. Su cuerpo cae y el hombre de la cabellera negra se va en la moto negra. Ella piensa que si Alberto, su amigo de infancia que hoy es médico estuviera ahí como alguna vez lo prometió; Le diría que su hígado, páncreas y resto de estómago le aseguran que no volverá a danzar en la pole dance.

jueves, 20 de febrero de 2014

Usted

Usted que se sienta en la oficina de 8 a 5 que se ríe de los comentarios de su jefe, que sale todas las noches, toma el mismo transporte, los mismo semáforos en rojo, la misma congestión de autos viejos y nuevos con chóferes invisibles.

A usted que hace deporte todo los días, trota por kilómetros y mantiene en forma un cuerpo que todas las noches siente usado, que se inyecta amor por medio de los músculos para satisfacer al que sonríe en el espejo cada mañana.

A usted el mejor ejemplo de vida que se puede encontrar, con su trabajo, sus estudios, su esposa y sus hijos, con sus historias de cicatrices de rodillas y sus lágrimas cada vez que muere un pariente, con sus comentarios sobre el fútbol, el tenis, los juegos Olímpicos y el culo de sus vecinas.

A usted que ahoga sus pensamientos en licor y se deja llevar por Baco por los caminos del dios Pan en medio de las piernas de una mujer conocida o desconocida, por la fuerza o por el dinero (que es otra forma de forzar).
A usted que no sabe quién es el dios Pan.

A usted que cree que cualquier tipo de saber lo hace superior a alguien más, a usted que se regodea en su propio estiércol que algunos llaman ego.
A usted que sufre por amor cada quince días, que se enamora de aquello que más daño le hace. A usted que sólo busca hacer daño como medio para su mezquino placer sexual.

A usted que miente cuando podía decir la verdad y a usted que cree todo lo que le dicen.
A usted que trabaja dando información y a usted que se niega en conocerla.

A usted que vota y a usted que aquello que no le sirve nunca lo bota.

A usted que ama y a usted que odia, a usted que se frustra y a  usted que no saluda.

A usted, le recomiendo que se suicide no sin antes llevarse a la tumba 4 personas iguales a usted. Para que este planeta empiece a ser un lugar mejor.

miércoles, 19 de febrero de 2014

Hoy está lloviendo

Ella ahora usa vestidos y se pone tacones, se maquilla cada mañana, pone aretes que a pesar de la alergia debe usar y con un beso se despide de su amor. Yo me debo ubicar en el cuarto todas las mañanas, recordar si estoy desnudo o vestido y después de una cagada ducharme con calma sin masturbarme, desayunar lo que dejé en la cocina de la madrugada anterior y pasarme con un sorbo amargo de leche la soledad.

Ella sale en una ruta que la lleva a su oficina, se sienta en una silla y sin afán alguno empieza su jornada laboral la cual consiste en crear proyectos que intervengan y transformen para bien algo de esta ciudad, además de insinuarle deseos sexuales a alguien por chat. Yo llego a una oficina después de 20 minutos de caminata, me encierro en un cubículo a escribir entradas y cuentos, a veces cuando hay mucha presión trabajo y al salir siempre busco alguna forma de tomarme una cerveza.

Ella se siente ausente, abstraída de la realidad que la rodea, como un ente que divaga entre calles y cubículos de oficinas donde nadie ve nada, donde su lógica (ella es la persona más racional del mundo) no la deje acercarse más de lo necesario a los otros (y a veces ni eso logra hacer). Ella es inconforme en un mundo donde la conformidad la besa en la mejilla a diario. Ella tiene un amor, un trabajo, belleza e inteligencia, tiene faldas y lindas piernas, tiene lindos labios que nunca dicen algo sin haberlo pensado, tiene un amante cibernético que piensa más en ella que en sí mismo, tiene su familia (que pueden ser una carga pero familia al fin y al cabo), ella lo tiene todo pero no sabe como disfrutarlo sin pensar en aquello que falta. Yo estoy solo.

Ella hoy ha tomado la decisión de continuar con su vida sin mirar atrás, ha decidido seguir siendo la mujer con su amor y su trabajo, con su monotonía y sus tristezas calladas en conversaciones insulsas de oficina con la empleada del servicio que siempre es quién la ayuda. Ella decide continuar como una forma de cambiar un poco. Yo, después de perder a mi amor de chat, me he decidido suicidar.


domingo, 16 de febrero de 2014

Memoria

Dos memorias.

En la primera estamos en una sala con ventanas pequeñas y con una reja, a pesar de su pequeña entrada de aire se siente una brisa que baja desde la montaña cercana. En la televisión dan una película del hombre lobo y con timidez le comento sobre mi miedo a ese tipo de películas, ella se levanta va al cuarto y vuelve con una cobija, se sienta a mi lado y nos arropa mientras en medio de susurros me contaba que a ella también le daba miedo esas películas pero que como ya era una viejita cuando se dormía no recordaba nada de la película y por eso las podía ver. Esa noche después de la película fue la primera vez que pude dormir en su casa sin miedo a todas sus pinturas y muebles que siempre me atemorizaron. 

En la segunda ocurre en una navidad o después de navidad, quizás en enero. Estoy vestido con una camisa que pone en cuestión mi cristianismo inexistente, una cadena en el pantalón roto y el cabello ondulado, en forma de afro de unos 20 centímetros de largo; es una reunión familiar y me quedaré en esa casa un par de semanas más. 
A los tres días de estar ahí, ella me comenta que quizás toda la familia presente se quejó de mi presentación personal, pero que ella salió a mi defensa diciendo que todos tenemos derecho a ser como queramos. Después de un silencio me recomienda bajarme un poco el cabello "mutilar" es la palabra que usa.

Hoy, después de unos 10 años de haber dejado de vivir con ella, después de un mes de no verla, me he acercado con una camisa a cuadros metida dentro de un pantalón de dril con una correa que combinaba con mis zapatos de cuero, con el cabello corto y una sonrisa dirigida sólo a ella a pesar de tener a toda la familia a mi alrededor.
Ella, mucho más delgada que siempre, con un brazo inmóvil por culpa de las caídas que con el paso de los días le sacan una cuenta de cobro gigantesca a su cuerpo inmutable por tanto tiempo. Con un vestido del mismo color que los vestidos que se vienen a mi memoria cuando la pienso.

Me acerqué y me senté a su lado, después de dos segundos de silencio donde la miro con asombro y fascinado (como siempre la he mirado), ella me pregunta por mi nombre y por quién soy, mi madre le comenta mi procedencia y ella con un tono cordial (el mismo tono cordial que siempre usó cuando no sabía o entendía o le interesaba algo) me saludó, no repitió mi nombre, sólo me tocó la pierna y siguió mirando al frente. Al minuto de silencio me preguntó con tu tono cordial si era de aquí o de allá, si conocía a una u otra persona.

Yo sonreí con una sonrisa que ocultaba lágrimas, intenté acercarme a mi madre o a alguien pero en medio de la fiesta familiar a nadie pude encontrar, hice un par de llamadas pero no fui capaz de decirle a nadie sobre el nudo en mi garganta. Volví a la fiesta y terminé un libro regalado, me acosté en un sofá solitario y me puse a llorar.

domingo, 9 de febrero de 2014

Sobre Paul Auster.

Pensando sobre Paul Auster y la trilogía de New York, debo decir que uno de esos tres libros es mi favorito de él y aunque suene a cliché pues así es.

La semana pasada con una conversación un poco torpe con más intensiones o ideas escondidas que verdades dichas, con algo de rencor y de frustración y todo lo que eso conlleva, que pude llevar a cabo. La conversación era entre una mujer que no me tiene entre sus 10 amores (creo que debe tener entre unos 17 a 26 amores en este momento) y yo, una persona que de sencilla y simple tiene lo mismo que de cordial y buen amigo tiene el señor azul. 

Ella me felicitaba o algo parecido por mis gustos literarios y audiovisuales los cuales ella admira o algo parecido, claro que todo esto era con la intención de que siguiera compartiendo lo poco y nada que sé sobre libros y sobre cine con ella, a mi negativa frente a tal invitación fui llamado egoísta pero me pregunto ¿Qué más egoísta que acercarse a alguien a quién cuyo entierro no irías sólo por tu beneplácito cultural?

Pero no crea que esto es una entrada para criticar aquella conversación tan genérica como el acetaminofén (quizás más dañina). Mi intención es decir que todas las mujeres que han salido conmigo leen a Paul Auster después de salir conmigo, lo tienen en sus manos durante la relación pero me lo dejan para mi propio deleite, cuando ellas se van (ellas tienden a irse por mi inconsistencia a la hora de ser consistente con un querer, con un amar, con una respuesta oportuna a sus momentos de necesidad afectiva o en muchos casos por mis contantes esquizofrenias de soledad), es cuando empiezan a disfrutar de aquellos autores que disfruto, en este caso de Paul Auster.

Hoy he vuelto a leer Fantasmas y me he convencido de que sus mejores libros para mí siguen siendo la Ciudad de Cristal junto con la Invención de la Soledad, dos libros que normalmente mis ex-amores no han leído, de ahí la razón de esta entrada como un reclamo a posteriori a cada una de ellas que sé que leerán esto, reclamando su actitud tan desagradecida para con un hombre que a pesar de sus defectos y cualidades les hizo conocer algo que por ellas mismas son incapaces de hacerlo; el placer de leer a Paul Auster. Sé que suena infantil y quizás ofensivo, pero no hay otra forma de decirles que no saben apreciar aquello que no supieron conocer.