domingo, 23 de febrero de 2014

Fiesta

Todo empezó con un sabor a hierro, como si un diente se hubiera golpeado con el viento y algo de sangre pintara la lengua, con la mano derecha me aprieto un poco la vista esperando que al volver abrir los ojos se vaya el sabor a sangre. Al frente hay una puerta gris o quizás café, dentro se oyen ruidos de una fiesta a la que no fui invitado pero igual entraré, adentro estará un hombre estará de guarda de seguridad de colegio privado, con una mirada condescendiente frente a los invitados y a mí me mirará con ira.

Tomo aire y toco la puerta, me abre un hombre alto y dentro hay silencio y oscuridad, me deja entrar y apenas paso el umbral él sale azotando la puerta.
Aquí estoy entonces, al rededor de mi cuerpo con frío bailan ideas sobre el qué hacer con el camino oscuro del frente. Subo unas escaleras que aparecieron mientras caminaba y me encuentro con un viejo amigo ya muerto sentado en el segundo piso, está fumando un cigarrillo de los que nunca le gustó fumar y me cuenta que está ahí tomando un poco de aire, que está cansado de esa noche y que desea volver  a casa, me ofrezco a llevarle pero recuerdo que ya no tengo auto, la grúa se lo ha llevado. 

Subimos a un tercer piso, es una obra en gris y alguien que pasa por ahí me comenta sobre el otro edificio que ya está por terminarse, pero que no tiene el piso aún, por eso la fiesta es en este lugar. Llegamos donde el barman que se parece un poco a mi padre, un poco a mi abuelo, un poco a mí. Y me invita un tequila de cortesía por ser mi primera vez ahí, me lo bebo de un sorbo y el trago por esta noche no me parece tan amargo.

Escucho a alguien hablar fuerte y como todos a su alrededor se ríen, alguien en el oído me dice de la piscina del cuarto piso donde todos nadan desnudos y me invita, pienso que no tengo ropa adecuada para desnudarme.
Por un momento el humo de los cigarrillos ajenos sale por mi boca, las luces rojas del edificio encandelan mis ojos, me siento mareado y las voces fuertes se ríen con fuerza y las bebidas amargas se beben con ligereza, donde la ropa se cae al sentir las intenciones corporales de alguien más, con una mirada sobran los besos y con los besos sobra la respiración y la respiración me parece ahora algo que siempre le ha sobrado a la vida, el movimiento del aire en los pulmones no es más que un castigo que se debe cumplir para vivir y esta noche entre vueltas de miles de ideas que bailan en la oscuridad de una fiesta a la que no fui invitado, me parece tan inservible, tan inútil eso de gastar tus pulmones con el aire que otros escupen por sus culos y sus labios gimientes. 

Siento un golpe eléctrico en el pecho y mi corazón grita, un segundo golpe y veo como mi amigo ya muerto se besa con el barman que parece mi padre y parece mi abuelo y se parece un poco a mí también. Un tercer golpe eléctrico y veo la piscina alejándose con mujeres desnudas con hombres desnudos, con emociones al desnudo y los veo tan felices, tan dichosos que sólo creo que han muerto y ahí en ese segundo lo entiendo todo.

Mis pupilas se contraen y mi boca expulsa unas gotas de sangre en medio de un ataque de tos, intento mover mi cuerpo pero no lo siento, sólo siento una tensión muscular en algún lugar que no logro identificar, un hombre me mira desconcertado y sólo logra decirme sobre un gran choque, sobre un gran golpe y sobre mi suerte de seguir con vida, con la mente un poco nostálgica, un poco sangrante, un poco ahogada en mí, sólo logro decirle que yo no estaba invitado a la fiesta.

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